Vanesa y yo apenas habíamos entrado por la puerta principal de la casa de mis padres antes de que nuestros labios volvieran a juntarse.
Tenía tantas preguntas, pero ninguna de ellas importaban ahora mismo. Vanesa me deseaba y yo la deseaba a ella y no había nada (o nadie) que se interpusiera en nuestro camino.
Continuamos besándonos mientras subíamos las escaleras y bajábamos el pasillo hasta mi habitación.
Cerré la puerta de mi habitación empujando a Vanesa contra ella y me satisfizo el gemido que escapó de sus labios en respuesta a mi cuerpo acercándose al suyo. Puse una mano en su cadera, mientras estiraba la otra para cerrar la puerta.
Cuando Vanesa se apartó para ver lo que estaba haciendo, señalé la puerta cerrada y le guiñé un ojo. "Por si acaso".
Antes de que pudiera inclinarme para empezar a besarla de nuevo, Vanesa pasó sus dedos por el espacio entre mi camiseta y mis pantalones cortos. "Este conjunto es tan injusto", gimió. "¿Cómo se supone que no iba a ceder cuando vas vestida así?".
Sonreí ante su admisión, deleitándome con la sensación de sus dedos moviéndose suavemente por mi piel, haciendo que la piel de gallina siguiera su camino. "Bueno, entonces me alegro de habérmelo puesto". Comencé a besar su cuello mientras sus dedos continuaban su movimiento de ida y vuelta.
"Dios, Mónica, te he deseado desde el primer momento en que te vi", confesó Vanesa sin aliento.
"¿Desde hace dos semanas?" bromeé, tratando de no mostrar cuánto me afectaban sus palabras. Supuse que si jugaba con calma, podría evitar correrme en el momento en que nos quitáramos la ropa.
"¿De verdad sólo han pasado dos semanas?" Vanesa jadeó. "Dios, el tiempo realmente se ralentiza cuando tratas de no dejarte llevar por el fuerte deseo que sientes hacia la hermana de tu supuesto novio".
Esta vez, sus palabras me hicieron retroceder. "¿De verdad me deseas tanto?"
Vanesa apoyó sus manos en mis caderas y me miró intensamente. "Mónica, esas palabras ni siquiera empiezan a definir lo mucho que te deseo. A riesgo de parecer una locura, nunca en toda mi vida he sentido una química tan intensa con alguien que acabo de conocer".
Con esas palabras, cualquier reserva que me quedara se hizo añicos. Levanté a Vanesa del suelo con una fuerza que ni sabía que poseía y aproveché la oportunidad para apoyar mis manos en su trasero mientras la llevaba a mi cama. La tumbé y no perdí tiempo para ponerme encima de ella.
Le di besos a lo largo de la mandíbula y hasta la clavícula, diciendo una palabra entre cada toque de mis labios. "También. Te. He. Deseado. Desde. El. Momento. Que. Te. Vi".
Vanesa suspiró y, para mi sorpresa, empezó a reírse. "Ese primer momento cuando me bajé del coche al llegar aquí me estabas mirando de arriba a abajo, ¿verdad? Y yo que pensaba que me estabas evaluando para ver si era lo suficientemente buena para tu hermano, pero en realidad no podías dejar de mirarme."
"¿Qué puedo decir? Tienes un culo muy bonito", ronroneé, antes de deslizar mis manos por debajo de ella para introducirlas por la parte trasera de sus pantalones cortos.
"¿Ah, sí? ¿Eso es lo único que te parece bonito de mí?" preguntó Vanesa.
Inmediatamente me di cuenta de lo que quería decir, retiré mis manos de su trasero y las llevé a su cabello. "Ni de lejos", susurré. "Tu pelo es perfecto, me encanta este flequillo tuyo". Continué masajeando su cuero cabelludo mientras salpicaba de besos su cuello. Vanesa gimió cuando mis labios abandonaron su cuello, pero rápidamente le di un beso en cada párpado. "Y estos ojos. Son tan oscuros y atractivos. Y no me hagas hablar de estos labios". Pasé un dedo por su labio inferior, antes de trazar el mismo camino con mi lengua. Vanesa abrió la boca y mi cuerpo se estremeció cuando nuestras lenguas volvieron a conectarse.
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Cualquiera menos ella
RomanceVanesa Martín ha sido una lesbiana orgullosa desde el instituto, pero no puede decir que no cuando su mejor amigo gay, Jesús Carrillo, le pide que se haga pasar por su novia para su reunión familiar. Jesús la ha apoyado en todo momento. Además, ella...