Capítulo 12. Mónica

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Tras escuchar ese "muy callada" y sentir los besos de Vanesa descendiendo por mi cuello, me dejé hacer.

Me recosté contra las grandes almohadas y miré fijamente a Vanesa. De un tirón se quitó la camiseta por segunda vez en esta noche, mostrando sus pechos, quedando sus pequeños pezones rosáceos a la vista. Se me secó la boca al verlos e, inconscientemente, mi lengua se deslizó y mojó mis labios repentinamente secos.

"Mónica", me llamó Vanesa, rompiendo con su voz mis pensamientos eróticos.

Aparté la mirada de la visión perfecta que tenía ante mí y me encontré con los ojos oscuros de Vanesa. Tragué con fuerza y me aclaré la garganta.

"¿Sí?"

"Quiero hacer una cosa pero tienes que hacer el menor ruido posible. ¿Vale?".

"Vale", le dije sin saber muy bien qué es lo que quería hacer conmigo. En realidad, ahora mismo le diría que sí a cualquier cosa que me pidiera. Una sonrisa apareció en sus labios ante mi respuesta afirmativa. Apartó las sábanas, y dejó mi cuerpo a la vista. Acortó la distancia que nos separaba y presionó sus labios contra míos en un beso intenso y largo. Solté un pequeño gemido, y eso fue todo lo que Vanesa necesitó para deslizar su lengua entre mis labios y explorar mi boca.

Mis manos intentaban abarcar su espalda para acercarla a mí y sentir su cálido cuerpo sobre el mío pero mi camiseta se interpuso entre nosotras. Separé momentáneamente mi boca de la suya para quitármela rápidamente y volver a perderme en esa lucha de lenguas.

Sonreí en los labios de Vanesa cuando se acomodó encima de mí, presionando un muslo firmemente contra mi centro. "Vanesa", jadeé con aprobación cuando lo flexionó contra mí.

"Shh, callada... ¿recuerdas?", murmuró

Callada, Mónica, callada.

Vanesa aprovechó ese momento para llevar su boca a uno de mis pechos, enroscando su hábil lengua en mi pezón, lo que envió un latigazo de placer a mi zona más íntima.

Mientras la boca de Vanesa seguía estimulando mis pechos, alternando entre uno y otro para que ninguno se sintiera desplazado, una de sus manos fue bajando lentamente por mi estómago hasta topar con la cinturilla de mis pantalones. Sin darme tiempo a reaccionar introdujo su mano, acariciando con sus dedos la suave tela de mi ropa interior, la cual se encontraba un poco húmeda por la dulce tortura a la que me estaba sometiendo.

Gemí y me retorcí cuando encontró mi clítoris a través de la tela y mis caderas empujaron inconscientemente contra sus dedos. Vanesa dejó que su boca se alejara de mi pezón para observarme mientras apretaba la palma de su mano contra mí. Ante esto, mis piernas respondieron abriéndose aún más, frotándome frenéticamente contra la mano que me estimulaba tan hábilmente.

"Deja que te quite esto", me susurró Vanesa. "Deja que te toque como dios manda".

Sus palabras provocaron que emitiera un leve gemido, que se convirtió en un jadeo cuando Vanesa deslizó las manos por debajo de la cintura de mis pantalones y estrujó mi trasero con fuerza antes de deslizar mis pantalones y mis ropa interior por mis piernas.

Después de tenerme completamente desnuda ante ella, Vanesa se tomó su tiempo observando cada detalle de mi cuerpo, como decidiendo qué es lo que quería hacer conmigo. Tras decidirse, besó mi estómago mientras bajaba las manos por mis piernas, dejándome la piel de gallina allí donde acariciaba. Suspiré ante sus movimientos y Vanesa probó a deslizar la lengua en mi ombligo y se rió cuando mis vocalizaciones se hicieron más fuertes.

"Haces unos sonidos tan excitantes", suspiró Vanesa y me sonrió con una sonrisa pilla. "Pero recuerda, me has prometido que ibas a estar callada."

Cualquiera menos ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora