Capítulo 13. Vanesa

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Me agaché y me estiré, mientras Jesús hacía su propio calentamiento a mi lado. Que pocas ganas tenía de hacer esto, pero cuando Jesús había sugerido que participáramos en la 5k del día de la fiesta local de la ciudad ya que no habíamos estado haciendo ejercicio, no podía decirle que había encontrado otra forma de mantenerme en forma.

Con la excepción de la última noche, Mónica y yo habíamos tenido sexo cada noche desde nuestra primera vez hace casi una semana. Anoche habría sido igual si no nos hubiéramos quedado dormidas en mitad de una conversación sobre nuestra música, películas y programas de televisión favoritos. El sexo con Mónica era increible. No estábamos en el punto en el que podía admitirlo ante ella, pero mis experiencias anteriores no se comparaban con lo que había entre nosotras. Pero era mucho más que sexo. Me encantaba hablar y aprender todo sobre ella. Era tan polifacética que no dejaba de sorprenderme. Probablemente disfrutaba más del tiempo que pasábamos tumbadas en la cama, acurrucadas, charlando sobre nuestras vidas, incluso más que del sexo. Por supuesto, eso no impidió que estuviera de mal humor esta mañana, ya que no había conseguido mi orgasmo diario.

Al parecer, Mónica también había sentido la pérdida porque pude sentir sus ojos sobre mí mientras estiraba, lo que sólo me animó a doblarme y enseñar mi culo un poco más. Cuando me giré para mirar hacia donde ella estaba, sus mejillas estaban rojas, pero había una amplia sonrisa en su rostro. Negó con la cabeza y yo me encogí de hombros haciedome la desentendida.

"¿Qué se supone que estás haciendo?"

Mi cuerpo se puso rígido al oír la voz de Jesús detrás de mí. "¿A qué te refieres?" Pregunté con la mayor calma posible, preocupada por lo que pudiera haber notado sobre la interacción entre Mónica y yo.

"Esos estiramientos", se rió. "A ver si de tanto estirar te vas a lesionar. Te veo un poco fuera de forma, ¿no?"

Exhalé un suspiro de alivio. "Incluso fuera de forma, podría correr más rápido que tu", me burlé.

La expresión de Jesús se volvió mucho más seria. "Sin embargo, seguimos teniendo nuestro trato habitual, ¿verdad?".

"Por supuesto. Empezar juntos. Terminar juntos".

Jesús y yo éramos ridículamente competitivos, así que habíamos llegado a un acuerdo al principio de nuestra amistad de que no competiríamos entre nosotros. De esta manera, podíamos evitar las inevitables peleas que esto causaría.

Me dio el primer empujón cuando nos alineamos en la línea de salida, y le mostré a Mónica una última sonrisa cuando me dieron la señal para que empezara la carrera. No tardé en darme cuenta de que Jesús se estaba tomando esta carrera mucho más en serio que cualquier otra que hubiéramos hecho juntos en el pasado. Cuando llegó el último kilómetro, las piernas me ardían por intentar seguir su ritmo.

"¿Podemos tomárnoslo con un poco más de calma, amigo?" le pregunté al sentir que aceleraba aún más el ritmo.

En lugar de hacer caso a mis palabras, sus ojos se clavaron en la única persona que estaba delante de nosotros, un chico que parecía tener nuestra edad. Le empujé suavemente el codo en el costado para llamar su atención. "Oh. Lo siento. Supongo que me he distraído un poco", se disculpó.

Volvimos a dar un buen paso hasta que uno de los espectadores gritó: "A por él, campeón".

No me di cuenta de que iba dirigido a Jesús hasta que, de repente, aceleró el ritmo y se alejó de mí sin ni siquiera mirar atrás. Intenté seguirle el ritmo, pero mis músculos estaban demasiado tensos por mis actividades extracurriculares. Observé cómo Jesús pasaba a toda velocidad por delante de nosotros y bombeaba su puño mientras corría por la línea de meta.

Cualquiera menos ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora