Sus manos se movían a lo largo de tu piel con toques ligeros como plumas, nunca permaneciendo en un lugar por mucho tiempo. "Seungkwan", gemiste cuando sus dedos se posaron sobre la mancha húmeda de tus bragas, pero rápidamente avanzaste.
"¿Qué pasa, princesa? Dime qué quieres, niña bonita", susurró contra tu oído. Sus dedos no se detuvieron, ahora deslizándose alrededor de la suave piel de tus caderas y jugueteando con el dobladillo de tu ropa interior.
"Quiero que me toques", casi gimoteaste. Esto había estado sucediendo durante lo que parecieron horas, y estaba llegando a su punto de ruptura.
"Te estoy tocando. Tienes que ser más específica. Dime todas las cosas que quieres que te haga". Tu rostro estaba sonrojado. Seungkwan sabía cómo ponerte nervioso, y a su leve corrupción le encantaba escucharte a ti, su dulce e inocente niña, decir cosas desagradables.
Sus dedos volvieron a la mancha húmeda, pero su toque se hizo más y más suave hasta que apenas podías sentirlos. "Quiero que juegues conmigo, por favor", murmuraste. "Juega con mi coño. Quiero sentir tus manos sobre mí, Kwannie". Su corazón se derritió en ese mismo momento, al verte buscar a tientas las palabras sucias.
"Puedo hacer eso, princesa. Te haré sentir tan bien".
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