Tercera parte

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Blitzø tuvo que admitir que estaba asombrado por lo que veía.

El Casino de Montecarlo parecía sacado de un libro de ilustraciones: Un perfecto cielo nocturno con palmeras que se movían con suavidad bajo la brisa mediterránea. Una pequeña piscina con un gran huevo de piedra azul que escupía suavemente agua azul cristalina mientras los adinerados asistentes con vestidos elegantes se paseaban por aquí y allá. Todo el establecimiento con aspecto palaciego estaba iluminado como Times Square, cada edificio diseñado a la perfección; Incluso la casa de Stolas, aunque era más grande, palidecía en comparación con la arquitectura del lugar.

Al entrar en el edificio principal, Stolas se registró rápidamente en la recepción antes de entrelazar su brazo con el de Blitzø. Normalmente este haría todo lo posible por soltarse, pero decidió seguirle el juego, ya que eso sólo parecería sospechoso. Además, Stolas estaba pagando por todo esto, así que supuso que se lo debía. Se dirigieron al casino, donde toda la zona pintada de dorado tenía lámparas de cristal sobre los jugadores. Había máquinas tragaperras, mesas de póquer, crupieres de blackjack, ruletas y mucho más para jugar en cuatro niveles diferentes mientras los sirvientes iban y venían con bandejas con bebidas gratis. Incluso la alfombra lisa e impecable parecía preparada para un rey.

―Guau, esto es mejor que Dis Vegas.―comentó Blitzø, sonriendo ante la idea de restregárselo en la cara a Moxxie y Millie, pero se volvió hacia Stolas con una ceja levantada. ―. ¿Seguro que te parece bien apostar tu dinero aquí? Mejor dicho: ¿se puede usar dinero infernal aquí?

 ¿Seguro que te parece bien apostar tu dinero aquí? Mejor dicho: ¿se puede usar dinero infernal aquí?

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―No usaremos mi dinero.―contestó Stolas sacando un fajo de billetes. ―. Usaremos dinero humano: Puedo fabricarlo fácilmente sobre la marcha con un simple hechizo. Sólo estamos aquí para divertirnos y disfrutar. 

― ¡Genial, entonces no voy a contener mi codicia!―exclamó Blitzø tomando el dinero y se dirigía a una mesa de ruleta. Apartó a una señora gorda vestida de rosa y dejó el dinero en el tablero. ―. ¡Todo a Rojo Siete!

El crupier de la ruleta enarcó una ceja antes de coger el dinero y colocar una ficha en la mesa. Una vez que todos hubieron apostado, la rueda giró y la bola no tardó en caer. Blitzø cruzó los dedos, pero soltó un gemido de decepción cuando la bola cayó en el Rojo Veintisiete.―Maldición. Stolas, dame otra vez.

―Por supuesto.―dijo Stolas entregándole otro fajo de dinero a su acompañante. ―. Yo también jugaré: Elijo el Negro Quince y el Negro Treinta y Uno.

― ¡Rojo Siete otra vez!

La pareja siguió jugando mientras Blitzø utilizaba continuamente el Rojo Siete como su número, incluso cuando el ruletero le sugería que eligiera otro número, Blitzø se negaba. Mientras tanto, Stolas consiguió ganar la mayoría de los recuentos, sobre todo gracias a la suerte... Claro que podía hacer trampas para ganar, pero eso no sería divertido. Además, era divertido ver a Blitzo seguir proclamando que eventualmente ganaría.

No jures por la Luna (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora