La travesura

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Bueno, siguiendo con el día, Ethan dijo que había estado pretendiendo leer pero que conmigo ahí tenía un plan y era poner a prueba a la bibliotecaria para saber qué tan lejos podía llegar con sus travesuras.

Y pensé, oh no, es un chico que le gusta meterse en líos y no me agradaba la idea de que me metiera en sus planes de chico malo.

Me negué rotundamente a cualquier plan tonto que se le ocurriera pero él dijo que solo me quería ahí para tener algo de apoyo moral ya que a Luna le daba igual lo que él hiciera, y no era tan divertido hacer travesuras cuando no había nadie que te estuviera observando... según Ethan.

Consideré lo siguiente, cuando la bibliotecaria dijo que tendríamos problemas con ella si causábamos desastre, ¿a qué se refería? ¿A un regaño, un reporte o que nos convirtiera en gatos negros?

No creía en esos supersticiosos rumores de que ella era una bruja, pero prefería no arriesgarme, no me gustaría convertirme en un gato negro.

—Vamos a hacer la prueba. —dijo él mientras se frotaba las manos, pensando en su plan maquiavélico.

—No quiero hacer la prueba.

—Está bien, no esperaba mucha valentía de tu parte, los chicos somos más valientes. —comentó él con orgullo.

—Yo diría que incompetentes. —susurré mirando a otro lado, ese tipo estaba loco.

—Claro que somos incompetentes, a los niños nos gustan las competencias.

Parece que este chico no sabe mucho de lenguaje, no lo culpo, parece extranjero.

Ethan se quitó aquella chaqueta negra que traía quedándose con su camisa blanca, la puso en el suelo, fuera de la alfombra y se paró sobre ella.

—¿Para qué haces eso?

—Mira y aprende, Linda. —su sonrisa socarrona no se borraba con nada del mundo.

Entonces comenzó a deslizarse por el pasillo sobre su chaqueta de una forma que me hacía retorcerme de risa y de miedo, había que admitirlo, Ethan parecía un experto en salirse con la suya.

Andando como el payaso que era, Ethan se paró frente a un enorme librero, miró alrededor revisando que no hubieran moros en la costa y comenzó a cambiar los libros de puesto.

Creí que estaba loco, cuando la bibliotecaria se diera cuenta estaríamos todos en graves problemas y estaba segura de eso porque normalmente, cuando un niño hace algo malo, a los adultos les gusta atribuir a los demás los daños hechos como si hubiera sido un plan en grupo.

Me di cuenta entonces que Luna había bajado el libro que estaba leyendo para observar el crimen literario que Ethan estaba cometiendo.

Entonces hizo una mueca de desaprobación negando con la cabeza y siguió leyendo, así de simple.

Después de dejar todo fuera de sitio, el castaño volvió arrastrándose con cautela, sin prisa y sin hacer ruido.

Una vez a salvo en el tapete, hizo una reverencia como si acabara de hacer el acto del siglo, contuve una risa, ese chico estaba chiflado de remate.

—¿Ves? Estoy bien, no pasó nada, podría hacer esto todos los días... —dijo sentándose en la alfombra.

—¿Y si la bibliotecaria se da cuenta? —en mi tono de voz se notaba que estaba algo asustada de que lo descubrieran.

—Ella no se dará cuenta, o al menos no de que fui yo, y cuando se percate del cambio del lugar de los libros, estaremos en casa tomando pan con café cada uno.

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