IV

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¿CELOSO PARK?...

Tú dijiste:

—¿Disculpa?—Jimin la miró fijamente a los ojos, su expresión era impenetrable—La celosa eres tú, no yo—dijo, tomando una copa de vino y bebiendo lentamente.

—¿Y yo por qué?—respondió ella con un tono desafiante—Debo admitir que eres un hombre guapo, pero un cabeza hueca—se acercó más a él, su mirada llena de provocación.

—¡Ja! Ya quisieras—respondió Jimin con una sonrisa sarcástica—pero por favor, mantén tu distancia—dijo, aunque sus palabras sonaban algo inseguras.

¿Por qué, Jimin?—preguntó ella coqueta, inclinándose hacia él—¿Acaso estás nervioso?

—No—Jimin se acercó más a ella, dejando solo una corta distancia entre ambos, su respiración se volvió más pesada.

Estaban a centímetros de besarse, sus miradas se entrelazaban con una mezcla de deseo y desafío. Sin embargo, justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, una voz femenina irrumpió en la tensión.

—¡Jimin!—chilló Sun Hee desde el otro lado del salón—¡Vamos a bailar!—lo jaló del brazo con fuerza y lo llevó a la pista de baile.

La pelinegra de puntas plateadas los observaba con una expresión seria, su rostro reflejaba una mezcla de celos y desagrado. No le gustaban las intenciones que Sun Hee tenía con Jimin. En ese momento, una voz masculina la llamó.

—¡Vamos, chica, bailemos!—dijo el hombre, tomándola de la mano y llevándola también a la pista de baile.

Los invitados hicieron espacio para que las dos parejas pudieran bailar cómodamente. La música empezó a sonar, y Jimin, al ver que la pelinegra bailaba en brazos de otro hombre, sintió cómo le hervía la sangre. Su mirada se volvió oscura y seria.

—Jimin, ¿qué pasa?—preguntó la rubia de ojos azul cielo, notando su cambio de actitud.

Él solo la ignoró por completo, sin apartar la vista de la pelinegra que sonreía mientras bailaba.

—Jimin—volvió a llamarle Sun Hee, tratando de captar su atención.

—¿Qué?—preguntó él fríamente, sin mirarla.

—¿Qué te pasa?—insistió ella, visiblemente molesta.

Rápidamente, Jimin la miró fijamente a los ojos, su rostro era una máscara de enojo contenido.

—Nada—respondió, volviendo a mirar a la pelinegra, quien reía y disfrutaba del baile con otro hombre.

—¿Cómo que nada?—Sun Hee trató de seguir su mirada y vio a la pareja que bailaba cerca—Jimin, para de verla. Estás bailando conmigo, no con ella—dijo con enojo, su voz temblaba ligeramente.

—¿Sabes algo, Sun?—dijo Jimin con voz fría—Se me quitaron las ganas de bailar contigo—soltó su mano y se dirigió decidido hacia la pelinegra.

La jaló con firmeza, y esta lo miró desconcertada.

—¡¿Qué mierda te pasa, Park?!—gritó ella, sus palabras resonaron en todo el salón y la música se detuvo abruptamente.

Todos los presentes murmuraban entre sí, sorprendidos por la escena. Nadie tenía el suficiente valor para llamar al rey por su apellido, ya que él lo detestaba por completo. Sus miradas se cruzaron con furia y desafío, sus respiraciones se aceleraron. Jimin apretó fuertemente su mandíbula, tratando de contener el enojo que lo consumía.

—No respondiste mi pregunta, Park Jimin—dijo ella, levantando su ceja derecha con desafío.

—Mi amor, yo solo quería hacer esto—Jimin se arrodilló frente a ella y, de su bolsillo izquierdo, sacó una pequeña caja azul marino. La abrió lentamente, revelando un anillo de diamantes. Ella tragó duro, quedándose en un estado de shock absoluto—¿Quieres casarte conmigo?

La rubia, al escuchar esas palabras, sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Ese anillo debía ser para ella, no para la pelinegra. Su rostro palideció y las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.

—Yo...—murmuró la pelinegra, incapaz de creer lo que estaba sucediendo.

<<Por favor, di que no>> pensó la rubia, al borde de las lágrimas.

—¡Sí!, ¡sí quiero casarme contigo, Jimin!—gritó la pelinegra de alegría, abrazándolo fuertemente por el cuello.

Jimin se separó ligeramente de ella y, con una sonrisa, deslizó el anillo en su dedo anular. Los invitados aplaudieron y empezaron a gritar "¡Beso!". La pareja se miró fijamente por unos segundos, la pelinegra sonrió y acarició la mejilla de Jimin tiernamente. Él pasó un mechón de su cabello detrás de su oreja y se quedaron así, mirándose con amor.

Poco a poco, sus rostros se acercaron y juntaron sus labios en un tierno beso. Los invitados aplaudieron nuevamente y vitorearon. Se separaron por falta de aire y sonrieron. La rubia, al ver esa escena, rompió en llanto y salió corriendo del lugar. Su hermano, al percatarse de la situación, la siguió rápidamente.

—¡Sun Hee!—gritó Tae, tratando de alcanzarla.

—¡Déjame, Tae!—le contestó ella entre sollozos.

Sin duda alguna, era la peor noche de su vida. Subió a la limosina y emprendió su viaje, dejando atrás sus sueños rotos. Por otro lado, todos los presentes se acercaron para felicitar a la feliz pareja.

—TN, te tengo una sorpresa—dijo el pelinegro, su voz llena de emoción—Espera un minuto, ya debería haber llegado.

Se fue, dejándola completamente confundida. Se preguntaba qué podría ser aquel regalo. Después de cinco minutos, Jimin regresó, pero no traía nada en las manos.

—¡Sorpresa!—murmuró el pelinegro con una sonrisa enigmática.

—Jim...—comenzó ella, pero fue interrumpida por unas manos que taparon sus ojos.

—¿Quién diablos es?—preguntó, su corazón acelerándose.

—Soy yo, hermanita.

¡HERMANO!...

CONTINUARÁ...

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