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Habían pasado trescientos años desde que Adeline Alcázar Jones había muerto. Hacía trescientos años que estaba atorada en la antesala en un eterno juicio que hasta ahora no había tenido una resolución alguna.

Adeline había muerto un año antes de lo que los humanos conocían como "el Apocalipsis". Pero les explicaré de manera más detallada.

Todo comenzó con una serie de coincidencias que eran parte del destino qué tenían que cumplirse para un propósito que no entendíamos, y que explicaremos más tarde, se encontró dentro de un grupo secreto que tenía como propósito principal evitar el fin del mundo. Su objetivo en aquel momento era escabullirse dentro de un lujoso edificio y matar al posible causante de la destrucción del planeta. Todo había salido casi de acuerdo al plan. Ella entró a dónde se escondía el objetivo como una rata inmunda, y con un disparo en el entrecejo acabó con su vida. Sin embargo, lo que ella no sabía era que había roto una de las leyes sagradas que estipulaba que: no matarás a ningún ser vivo. Además de otras dos leyes anexas a esta que ustedes deben de saber: bis: ningún ser humano deberá matar a otro ni atentar con la vida propia; y la otra ley que estipula que cualquier acto dañino para cualquier ser vivo que se hace por venganza o por simple placer, su alma viajará directo a la oscuridad y quedará en propiedad de la misma ya que eso ha decidido con consciencia de sus actos la persona en cuestión. Así que, aunque sus intenciones eran buenas, no podía matar a absolutamente nadie y menos si era con sed de venganza por actos que no habían ocurrido tan siquiera.

Lo que también desconocía era el hecho de que, pese a que sí iba a haber una guerra, aquella no iba a ser la causa de la destrucción de la Tierra.

Ahora deben estarse preguntando: ¿cómo murió? Les diré que fue por una causa sencilla: una bala le había atravesado el corazón al salvar a su mejor amiga en medio de un encuentro con los secuaces de aquel difunto ser que tenía intenciones de atentar contra el planeta.

Y aquí nos encontramos con una ley que está en el libro de la vida, en la sección "Ascensión directa" en el que determina que cualquier ser humano que ha dado su vida por salvaguardar la de otros es acreedor de una ascensión directa a la siguiente dimensión ya que, la decisión consciente de sacrificio por amor es una de las pruebas máximas de haber entendido el punto más importante para cambiar de mundo.

Y por aquello, entre la asesina y salvadora, Adeline se encontraba aquí, cumpliendo su tricentenario en el limbo.

-Adeline, tienes que despertar ahora. -le dijo el Maestro Josiel.

-Cinco minutos más. -suplicó mientras se acurrucaba en las camisas que había acomodado para hacerse una cama.

-Tengo noticias sobre tu caso, -La sacudió levemente para que no se durmiera de nuevo- finalmente tendrás la oportunidad de irte.

-No estoy de humor para bromas -Dijo abriendo lentamente sus ojos color esmeralda.

-En cinco minutos vendrá el Maestro Superior para que nos notifique que procederá. Finalmente dejarás este lugar.

Se sentó confundida y despeinada, sin saber que lo que estaba escuchando era un sueño. Luego recordó que en la antesala no tenía la posibilidad de soñar. Se levantó con calma, estirando sus brazos, bostezando mientras las luces que se encendían revelaban la tienda departamental en donde se encontraba ella. Así es, la famosa antesala era una tienda de ropa.

El maestro Josiel la llevó casi a rastras para que se peinara y tomase un poco de agua para estar presentable cuando el ángel superior llegase.

- ¿Y finalmente podré usar algo más que esta estúpida ropa? -dijo mirando la misma camisa azul de cuadros y los mismos jeans rotos que había estado usado todos los días desde que murió.

Eterno ResplandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora