Oposición

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Viktor no entendía el por qué de su institución, ya que era el cuarto día en el que asistía a la florería y esta se encontraba cerrada. Las dos primeras veces fue más temprano de lo normal, otra en la tarde y esta vez le tocaba en la mañana. Había "coincidido" con el su turno nocturno, pues no admitiría que cuando el superintendente le había pedido que cambie las jornadas cometió un pequeño error en el sistema, por ello, él tendría que ir en la noche, una pena.

El volante que era apresado por las manos pálidas del ruso pedía clemencia y si fuera un ser vivo se habría quejado desde el minuto uno. Solo faltaba una calle para llegar a su destino y el tiempo se le hizo eterno al estar observando el cambio de color del semáforo.

Agradeció poder controlar sus emociones, porque seguramente habría saltado en su asiento e incluso apretado el claxon como signo de victoria al ver el local abierto.

Se arregló el cabello, abrochó bien su camisa y con una última vista al espejo retrovisor, salió del auto, caminando a paso lento y tranquilo, todo lo contrario al su galopante núcleo interior.

Con el sonido característico de la puerta anunció su llegada, yéndose todo rastro de alegría al ver un hombre rubio detrás del mostrador. Quien no le dedicó una sonrisa, su piel era muy blanca y era demasiado pequeño para su gusto.

Él no era de los que se dejaba llevar por apariencias, pero esta vez parecía ser la excepción y pudo afirmar que el hombre no sería mucho de su agrado.

Su rostro cambió radicalmente a la expresión cotidiana la cual era la seriedad y carencia de emoción, antes de que el desconocido dijera algo, su mente le jugó una mala pasada, pronunciando lo que debería quedarse en sus adentros.

–¿Dónde está Horacio?

El menor arrugó su semblante y con superioridad alzó su ceja. –¿Y usted es?...

Un silencio iba a ser la respuesta, pero al saber que la había embarrado, siguió con ello. –Pues... Pues, soy el comisario de esta ciudad. –Atinó a decir apresurado al no saber qué responder.

–Pues vea que me importa una mierda. ¿Quién es usted?

–Caballero, ¿conoce las leyes del país? Porque podría sancionarle con una multa por insultar a un funcionario público. –Se cruzó de brazos y su presencia intimidaba, pero no para Gustabo que había sacado su lado protector con su hermano.

–Mire que no sería la primera vez, así que le vuelvo a preguntar. ¿Quién es usted y por qué pregunta por mí novio? –Acentuó lo último, sonriendo triunfante al ver la fina línea que se formó en los labios de contrario.

Volkov agradecía al mundo entero por escuchar aquella melodiosa voz que acababa de alegrar la vida entera.

–¡Gustabo! ¡¿Otra vez peleando con algún cliente?! ¡Ya te dije que les trates bien!

Aquel moreno salía de la segunda puerta que conformaba el local arrugando en demasía su ceño, envuelto en una cobija y en pantuflas de perrito. Su outfit no era como los anteriores, ahora era básico y cómodo, un chándal junto a un pantalón holgado de pijama, todo de color rojo, combinando con el cabello del mismo.

El ruso intuyó que no estaba en el mejor estado de salud al ver sus ojos llorosos y su nariz completamente roja, irritada sin duda.

La primera palabra que cruzó por su cabeza fue: "Lindo"

–Él vino preguntando por ti, no lo conozco así que lo dejé es su sitio. –respondió a regañadientes el de ojos azules, cruzando sus brazos infantilmente.

–Es la tercera vez en 4 horas, de verdad, no puedo dejar mi florería en tus manos.

El enfado de Horacio no le permitió observar quien era el cliente, estaba muy ocupado sosteniéndole la mirada a Gustabo e insultándolo de todas las maneras posibles, que cuando vio al peligris sus pómulos tomaron el mismo color de su nariz.

Pequeño girasol 🌻 Volkacio || PAUSADA TEMPORALMENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora