↠𝐦 𝐞 𝐭 𝐚 𝐧 𝐨 𝐢 𝐚↞
[m e h - t a - n o y - a h] • gяєєк
✧ 𝐞𝐥 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐦𝐛𝐢𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚, 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧 ✧
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Zeke Jaeger nunca se imaginó que una persona podría cambiar su ideologí...
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Victoria tomó la mano de su madre y se encaminaron al campo verde. Le encantaba recoger flores y hacer diademas con ellas. El ambiente era muy tranquilo, para su corta edad, le parecía muy asombroso ver un campo tan extenso y sentir el sol radiar en su rostro.
—Mamá, mira. ¡Es para ti! —esbozó una sonrisa la pequeña colocándole a su madre la corona de flores blancas.
—Está muy precioso, cariño —le sonrió devuelta mostrando sus dientes.
Se sentaron juntas a hablar y a observar el atardecer, el viento chocaba en sus rostros y esta fue la primera vez que Victoria se sintió libre. Sin tener que escuchar el extraño sonido de la ciudad, ni el abucheo de las personas hacia ella o a sus padres por sus orígenes.
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Año 830
En la escuela se enseñaban las historias del pecado que habían cometido sus antepasados, cuando la nación de Eldia estaba en su máximo esplendor. Sin embargo, Victoria no entendía por qué la historia que su padre le relataba no calzaba con la versión de su profesor.
Su padre le había contado que la antigua diosa Ymir, fue una mujer que consiguió un gran don y que salvó a millones con el poder del titán fundador. Pero que sus descendientes huyeron a la isla Paradis cuando Marley comenzó a hacerse fuerte, de tal forma dejó a millones como esclavos odiados. Por ello, debían salvar a Eldia, su pueblo.
Su profesor le explicaba que Marley era una nación grandiosa, que a pesar de los pecados cometidos por los eldianos como demonios, la gran nación los perdonó y estaban viviendo aquí entre ellos. Además, que se les daba la oportunidad de expiar los pecados al convertirse en guerreros honorarios y heredar algún titán.
Victoria no entendía el odio de las personas, sin embargo, para su corta edad lo único que podía hacer es creer lo que decían los adultos. Tenía casi 6 años en ese entonces, pronto se uniría como recluta a soldado. La idea fue de sus padres, la inscribirían junto con el hijo de los señores Jaeger.
La voz de su madre la sacó de sus pensamientos.
—Victoria, hoy vamos con los Jaeger —avisó mientras tocaba la puerta de su habitación.
—¿Me quedaré con la señora Freinch? —preguntó la niña.
Usualmente cuando sus padres se iban a esas reuniones, ella debía quedarse con la señora Freinch. Aunque la mujer mayor no tuviese un olor del todo agradable, era una vecina muy amable con Victoria y siempre le daba galletas de comer.
—No, hoy te irás con los abuelos de Zeke.
Zeke Jaeger era el hijo de Grisha y Dina Jaeger, lo había visto unas cuantas veces antes. Muchas de estas ocasiones fueron cuando tenía que caminar desde la escuela hasta su casa y se topaba con el hogar de los Jaeger. Usualmente, observaba al niño rubio solo. De hecho, se le hacía muy extraño porque nunca lo veía sonreír ni parecía tener una pizca de felicidad.
