01. Mitsuya Takashi

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Parte I

Estábamos bebiendo en el cumpleaños de Yuzuha. Estábamos todos los chicos de la universidad y algunos otros amigos de la cumpleañera en el departamento de Emma, ya que, era mucho más grande que el de Shiba y la rubia quería celebrar a lo grande a nuestra amiga. A decir verdad, no los conocía a todos, solo a los Shiba, Sano, al insoportable de Baji y a Mitsuya.
Con este ultimo, siempre que estabamos juntos, había... conexión, no faltaban las miradas ni aquellos encontrones en los que aprovechabamos de conversar un poco, en privado. No sabría decir si realmente el me gustaba, pero si me atraía. Su cabello claro y sus ojos de color lila me habían cautivado desde la primera vez que lo ví. Pero su personalidad, me había atrapado. Amaba compartir con él. Además, él me buscaba, cada qué nos encontrábamos en el mismo lugar, él buscaba una excusa para acercarse a mi, lo que me daba a entender, que yo también le atraía.
No obstante, todo este rollo de atraernos, me ponía muy nerviosa. Quería verlo, pero a la vez no. Quería fingir ir a la cocina a por algo, para que él encontrase la manera de ir también y fingir que ambos nos habíamos encontrado, convenientemente, sin espectadores y lejos del barullo. Pero también me ponía nerviosa el hecho de lograr escaparnos de la atención y ver que más lograbamos, hasta dónde llegábamos esta vez.
En la mesa de centro había una mezcla de botellas, de todos los tipos, colores y formas. Dentro de ellas, también habían diferentes tipos de bebidas, algunas más nocivas que otras. Estaba en la casa de mis mejores amigos, así que, aun cuando Emma estaría más concentrada en la cumpleañera, y algun invitado especial, contaba con que Hakkai estaría pendiente de mí y en cuanto estuviese lo suficientemente borracha, me llevaría a la cama, arroparía y protegería de que nadie intentase aprovecharse de mi estado. Aun así, en mi mano solo tenía una lata de cerveza. Quería beber, pero también quería estar un momento con él.
Él, por otra parte, al otro extremo de la habitación, conversaba y reía en un grupo de personas que yo no conocía, salvo por Baji. De vez en cuando dirigía su mirada hacia mi lugar, sonreía y volvía su atención a la plática.
Pronto las luces descendieron y algunas personas nos dirigimos al centro de la improvisada pista de baile, en la sala de estar de los hermanos Sano. Comencé a mover mi cuerpo al ritmo de la estridente música que sonaba por los altoparlantes. Elevaba mis brazos y movía mis caderas, flexionando mis rodillas y volviendo a subir, en movimientos evidentemente eróticos. Terminé de vaciar el contenido de la lata en mi garganta, y bufé por lo bajo. Me di media vuelta para ir a conseguir una segunda lata, cuando me encontré de frente con él. A causa de mi baja estatura, mis ojos quedaron a la altura de su pecho, cubierto por un estilizado suéter negro de cuello alto.

- No te había visto bailar...- su sonrisa era perfecta y sus ojos lilas desprendían un ligero brillo. Destacaban por si solos, aun si la luz les daba la espalda.

Solté una pequeña carcajada, más que de gracia, de nerviosismo, ya que, notaba el ligero tono seductor que había impreso en sus palabras.

- ¿Te gusta?- respondí, acercandome un poco más a él. Seguía meciendo lentamente mi cuerpo, delineando pequeños "8" con mis caderas.

Posó sus manos en mi cintura y acercó sus labios a mi oído derecho - ¿Por qué no bailas para mi... solo un poco...-

Sus manos comenzaron a delinear mi contorno, desde la cintura, hasta las caderas. Por mi parte, las meneaba sensualmente, al compás de la música. Entremedio de la aglomerada fiesta, nadie nos prestaba atención, así que sentí el valor para rodear su cuello con mis brazos, pegandonos más y haciendo que mis movimientos resultasen en un exquisito vaivén sobre nuestras ropas. Él solo me miraba expectante, con los labios ligeramente abiertos. Quité mis brazos de su cuello y le di la espada. Puse mis manos en sus caderas y lentamente comencé a descender. Mis glúteos rozaban la tela de su pantalón negro, perfectamente adherido a su piel. De vuelta, roce peligrosamente su entrepierna y para asegurarme de su efecto, volví a sacudir lentamente mis caderas delante de su cremallera. Sus manos se habían vuelto a posar en mi. Una en mi cintura y otra en mi cuello. Así me dirigió sensualmente hacía su rostro, pero se detuvo a escasos centímetros, para volver a imitar mis movimientos. Lentamente, frotó su entrepierna contra mi trasero, permitiendome sentir, como se comenzaba a levantar un bulto en aquella zona estimulada. Sus labios entreabiertos sobre los míos y su agitada respiración contra mi espalda eran demasiado sugerentes.

Escenarios y weas de los TRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora