CAPÍTULO 3

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Me sentía como un pecador frente a un sacerdote confesando sus crímenes contra la vida, si en algo tenía razón ese tal Jumpol era en el enojo que sentía por Joss y la ira que me hizo padecer cuando tomó ese dinero que no le pertenecía con tanta facilidad pero me sentía aún más decepcionado de mí ya que no había hecho nada por cambiar las cosas.

—¿Me vas a hacer daño?—. Le pregunté con temor.

—No a menos que me pidas algo, en ese momento lo cumpliré y te daré una semana para gozarlo antes de llevarme tu alma—. Tomó asiento.

—¿Y si jamás pido algo?—. Volví a preguntarle pero ahora con duda.

—Lo veo difícil Tay, la ambición humana es su mayor defecto y me temo que no tardarás mucho en pedirme algo—. Comentó.

Me quedé pensando por un momento en la información hasta que comprendí algo bueno, no me haría daño a menos que pidiera algo pero sonaba más extraño saber que tuviera que quedarse hasta que eso sucediera. La última cosa que podía pensar en mí patética vida era convivir con un ser demoníaco de un día para otro; se levantó con un esfuerzo sutil para arreglar su ropa e irse en dirección al tablero.

—¿Qué vas a hacer?—. Le pregunté con curiosidad.

—Ya es muy tarde y quiero descansar, por lo visto tendré que pasar unos días más contigo—. Bostezó al final.

—¿Y en dónde dormirás?—. Volví a cuestionarlo.

—¿Dónde diablos crees que he estado todos estos años? Es obvio que en el tablero—. Comentó con frustración.—El problema es que no quiero cambiar de forma—. Musitó con molestia.

—P-Puedes quedarte en el sofá si gustas—. Le propuse con temor.

—Me parece que te tomaré la petición, quiero estirar un poco las piernas—. Se estiró un poco.

—Iré por unas mantas... y algo para que puedas dormir—. Le dije antes de irme al cuarto.

Lo dejé solo en la sala mientras procesaba mejor la situación, era algo tan irreal que mi mente no daba para más. El miedo no dejaba de orbitar en mi cabeza y las náuseas por el temor me hacían sentir realmente mal pero no podía bajar la guardia así que intenté comportarme lo mejor posible para evitar su enojo contra mí, tomé un par de mantas de mi ropero y un conjunto deportivo que nunca llegué a ocupar.

De regreso a la sala lo miré momentáneamente antes de entregarle las cosas, dejó a un lado las mantas y procedió a quitarse su playera frente a mí exponiendo su torso desnudo. Algo apenado me giré para evitar mirarlo más y aunque jamás me hayan interesado los hombres era embarazoso ver a uno desnudo frente a mí .

—Bien, ya puedes irte—. Me dijo con los brazos cruzados.

Obedeciendo sus órdenes me fui de ahí para poder dormir o intentar hacerlo ya que a pesar de ser tarde no podía cerrar los ojos o al menos bostezar para descansar un poco. Las escasas horas que quedaban para la mañana no sirvieron de nada, apagué la alarma antes de que sonará y me dispuse a ordenar mis cosas para irme a la escuela; al salir de mi cuarto noté a Jumpol sentado en el sofá con un plato de cereal y la televisión encendida, no se inmutó en voltear a verme pero al tocar la perilla de la puerta me habló.

—Ni te molestes en contarle alguien sobre esto, no te creeran—. Dijo desde la sala.

—¿C-Cómo lo sabes?—. Inquirí.

—Porque lo digo yo y ya—. Soltó molesto. —Y por cierto, ni se te ocurra meterte a callejones hoy—.

Sin entender sus palabras me fui de ahí apresurado, el viento aullaba en mis oídos y las hojas secas que aplastaba con los pies era lo único que escuchaba hasta que llegué a la escuela. Namtan estaba con Tul en la entrada y al verme sonrieron ambos.

EN TU ETERNIDAD (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora