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── ¡Quiero hijos, Aizawa!

Y así, sin más, azotó la puerta yéndose.

El Alfa pelinegro suspiró. Sus pupilas negras observaron la puerta con el anhelo de abrirla e ir tras él, trás su omega, pero prefirió esta vez darle espacio a que se tranquilizará.

Ellos estaban en una cena nocturna por su aniversario. Aizawa había limpiado la casa, no había ni rastro de polvo para que la pequeña nariz sensible de su pareja le hiciera estornudar. Quería pasar una velada junto a su omega, pero nuevamente, entre su conversación, se había tocado el tema de los hijos.

Katsuki quería cachorros. Los bebés de Aizawa.

Quería, de ser posible, llenar la casa de tantos como pudieran, Katsuki amaba tanto estar con el Alfa pelinegro que quería darle una acogedora familia. Cada que salían a pasear juntos, a pesar del frío afuera, notaba la mirada soñadora de éste al ver a los pequeños niños correr en el parque. Bakugo estaba listo para dárselos.

Pero el rubio ceniza había salido, avergonzado y enojado, de su hogar. Sentía las mejillas calientes y rojas, no se había abrigado del todo bien, se detuvo justo en la esquina de la calle, abrazando su cuerpo para calentarse. 

Estaba aún nevando. La temperatura afuera por las noches seguía fría, con copos de nieve cayendo. Vio a una familia cruzar la calle, la pequeña niña le miró y saludó, Bakugo asintió con la cabeza en forma de un saludo, siguió mirándolos hasta que perdió de vista al matrimonio con su risueña cachorra.

Suspiró. El peso de la situación cayendo en sus hombros.

Había metido la pata. Otra vez.

Primero, su corazón y su lobo omega se emocionaron demasiado al ver la habitación con poca luz, la sutil decoración en la mesa, iluminando un pequeño espacio debido a las dos velas altas. Su Alfa le había ayudado a sacar su silla para sentarse, luego comieron un poco entre silencios y miradas brillosas, hasta que Shouta empezó a sacarle conversación. 

Todo estaba tan tranquilo, la gran mano había alcanzado a la pequeña sobre la mesa, incluso Bakugo había deslizado la punta de su zapato para alcanzar la pierna del hombre bajo de la mesa. Se miraron y sus aromas estaban tan bien juntos que la atmósfera no era sofocante ni mucho menos incorrecta. Era perfecta para ambos.

Había distinguido a pesar de su propio aroma feliz la de Aizawa, una esencia que por más que fuera pequeñita, lo instintivo a actuar. Reunió fuerzas para hacerlo, mordiendo su labio inferior, se levantó de su asiento y se acercó al mayor. Lo tentó a pararse con una coqueta sonrisa, de ésas que solo a él le salían al natural y que encendía al Alfa pelinegro.

Aizawa sonrió ladino, lo tomó de la cintura y la mejilla para besarlo. Su libido no era tan voraz, era adecuada para un omega gruñón y maravillado con lo lento y duro, y él era un alfa mayor y poco jovial pero curiosamente con mucha fuerza en sus piernas y brazos.

Su beso subía a ser pasional y más lento, saboreando el elixir del vino entre sus labios y juntando cada vez más sus cuerpos. Aizawa había colado su rodilla entre los muslos de Katsuki, quién al sentirlo cerca, jadeó gustoso entre sus bocas aún juntas y solo así, cruzó sus brazos detrás del cuello del mayor. Las manos grandes no se podían quedar quietas en el fino cuerpo de su omega, Aizawa podía seguir así porque el omega nunca le recriminaba sus caricias.

Pronto ambas erecciones empezaron a rozarse entre que ellos se movían a pesar de tener aún la ropa puesta. Katsuki gimió, alejando su rostro afiebrado, un fino hilo de saliva los unió hasta que Aizawa empezaba a retroceder y llevarlo lejos de la cocina y más cerca de la habitación.

Pero Katsuki volvió a tocar el tema de los hijos y la familia. Aizawa se había negado, no quería hacerlo sin condón aún. Nunca contaba la razón.

Mil y un cosas pasaban en la cabeza del rubio ceniza, ¿por qué no quería? Y se fue de ahí. De no hacerlo arruinaría más su velada.

Aizawa paso sus manos por su cabello negro para amarrarlo en una coleta baja y salir con un abrigo extra para Katsuki. Lo buscaría y traería a casa para hablarlo.

Su corazón estaba latiendo con frenesí mientras caminaba por las calles con nieve notaba las parejas enamoradas, las familias y los coches sobre la carretera. 

Con sus largos dedos se cubrió la boca, exhalando aliento caliente y provocando vaho. Su lobo quería encontrar a su malcriado omega por haber salido así con ese frío, sabía que a este no le agradaba el frío en su cuerpo por lo que se preocupó de que no estuviera bien arropado.

Hasta que, al cruzar con un lindo letrero, encontró aquello.

AdopNeko.


continuara...ㅤㅤㅤㅤ

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NOTA DE AUTOR.

CORREGIDO 10/10/22

versión dkbk aquí en mi otro perfil 

para mi personita especial 🦆 en honor a su bonito libro, tqm, espero que te guste especialmente a ti aly <3

𝗖𝗔𝗠𝗔𝗗𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora