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La puerta se vuelve abrir, de un suspiro suelta vaho de sus labios al estar de vuelta en la calidez de un espacio cerrado. El lugar lo recibía sin iluminación y silencioso, aún así, antes de quitarse sus zapatos en el recibidor, preguntó al aire con cierto temor.

──¿Alfa?

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Shouta al cruzar la puerta de la pequeña fundación de adopción, encontró todas las decoraciones en tonalidades pasteles y en formas de gatos, pequeños espacios con juguetes, platos de comida y agua, sofás o puffs para sentarse mientras los gatos eran libres para restregar su peludo cuerpo y acariciar las piernas de los nuevos visitantes.

Aizawa estaba en el paraíso gatuno. Donde pequeñas bolitas de pelo, o de todos los tamaños y edades, necesitaban de un hogar.

Una chica Beta se acercó a él sin poder evitar inspeccionar -tan disimuladamente como podía- al hombre de pies a cabeza, le dio gracia el contraste de la ropa oscura que utilizaba el Alfa pelinegro a comparación del local dónde trabaja.

── Bienvenido —sonrió amable —, adelante, todos los gatitos de aquí necesitan un hogar.

Después de darle algunas indicaciones más, la chica se retiró a saludar a otro visitante. El Alfa caminó adentrándose más al local, buscando como toda la gente que estaba ahí aquella conexión con uno de los tantos mininos que estaban por el suelo o jugando. Él fue a sentarse en un puff celeste, hundiéndose al instante.

Algunas Omegas hembras soltaron risitas al ver al inmenso y atractivo Alfa siendo consumido por el sillón blando. Aizawa aclaró la garganta y se acomodó en el asiento.

Sus codos reposaron en sus rodillas y entrelazo los dedos de sus manos, mirando a cualquier rincón pero las Omegas seguían con coquetas sonrisas a su dirección. Los ojos negros de Shouta fueron a su dedo anular y las chicas siguieron el recorrido de esos cansados ojos, y oh, sorpresa.

Creyeron que habían encontrado a un imponente hombre Alfa con el delicado gusto hacía una mascota felina pero no estaba soltero, estaba casado. Y ahí estaba el anillo.

Vaya decepción.

Con aquello resuelto, el Alfa empezó a mirar a su alrededor a ver si un gato se había restregado en su pierna o estaba por ahí cerca, pero empezó a creer que asustaba a todos ya que no había ninguno en su zona. La encargada le ofreció traerle algunos y mostrárselos pero Aizawa quería sentir esa conexión.

Más bien, su lobo interno quería sentir aquella conexión.

El lobo Alfa de Aizawa quería llenar de cachorros a su Omega, sí, eso era indiscutible, pero su estúpido compañero o sea, Aizawa Shouta, tenía el absurdo miedo de no ser buen padre ¡Pero el tiempo no para! Si no anuda hasta preñar en los próximos años se quedará sin herederos.

𝗖𝗔𝗠𝗔𝗗𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora