Un inicio inesperado

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Acababa de empezar mi tercer curso en Hogwarts; en mi casa, Gryffindor, cuando ocurrió algo que no me esperaba. A finales del curso pasado había empezado a tener sentimientos por un chico, pero era imposible que él sintiera lo mismo por mí, o que pudiéramos estar juntos en algún momento. ¿Por qué? Muy sencillo, ese chico era Draco Malfoy, el príncipe de Slytherin. Como todos saben, las casas de Gryffindor y Slytherin siempre han sido las más enemistadas, así que, ¿cómo podría alguien como yo estar con alguien como él? Además había que tener en cuenta el problema entre familias lógicamente. Mi nombre no pertenece a un linaje mágico, ni siquiera mestizo. Soy lo que en este mundo llaman una sangre sucia. Pero eso jamás me ha creado ningún tipo de impedimento a la hora de hacerme notar en la escuela de magia y hechicería a la que asistía con mi hermana.

Esa misma mañana de comienzo de curso, un grupo de Slytherin, que iba muy deprisa, me tiró todos los libros que llevaba encima, que por cierto, eran muy pesados. Sí, era una empollona, ¿qué le vamos a hacer? El grupo de Slytherin se fue alejando lentamente riéndose de mí. Lo más asombroso fue que un chico rubio que sobresaltaba entre los demás, se detuvo, dio media vuelta, se acercó a mí y me ayudó a recoger mis libros. Yo estaba en éxtasis. Debería ir a la enfermería para que me revisaran la vista porque no podía creer lo que veían mis ojos. Tenía que repetirme mentalmente lo que me estaba pasando, porque no me lo podía creer: Draco Malfoy; príncipe de Slytherin, ejemplo de la sangre limpia; me estaba ayudando a mi; ______ Granger, hermana de Hermione Granger, una hija de muggles. Tenía enfrente al chico de mis sueños y lo único que pude decir fue un seco y ronco:

-Hola.

-Hola- dijo él, casi al instante.

- ¿Por qué no vas con el resto del grupo que ha hecho que se me caigan los libros, eh?- dije yo cortantemente- Seguro que todo ese ego no soporta estar aquí abajo recogiendo libros.

-Yo no soy de esas personas- dijo –pero de vez en cuando tengo que hacerme valer,

-Ah- fue algo raro lo siguiente que salió de mi boca –Soy ______ Granger, por cierto.

Por qué lo había hecho. No tenía ningún sentido que le importara mi nombre, y menos mi apellido. Solo le acababa de dar una razón más para ser objeto de sus burlas. Pero algo inesperado ocurrió acto seguido.

-Draco Malfoy- dijo él extendiendo la mano.

Después de estrecharle la mano, me di cuenta de que ambos teníamos clase de Transformaciones. Sin planearlo, ambos nos levantamos del suelo al mismo tiempo y nos dirigimos a la clase de la profesora McGonagall. En todo el trayecto no nos dirigimos la palabra, de vez en cuando le miraba de reojo. Cuando llegamos la puerta estaba abarrotada de chicos y chicas de ambas casas. Todos estaban separados en dos grupos que podían distinguirse desde Dumstrang. Las túnicas rojas hablaban animadas entre sí, mientras que las verdes les observaban con recelo y asco. Cuando nos acercamos un poco más, se hizo un silencio absoluto. Sentía mil miradas hacia mi y de repente ocurrió algo más inesperado que lo anterior, una mano acarició la mía y sus dedos empezaron a entrelazarse con los míos. Mire las manos, ahora unidas, y me di cuenta de que el propietario de la mano que agarraba la mía era, ni más ni menos que... ¡Draco!

Estaba alucinando, mi día no podía ir mejor. Mi mano y la de Draco estaban unidas, mientras la profesora McGonagall abría la puerta del aula. Pero ningún alumno entró, todos estaban alucinados por lo que estaba pasando en aquel pasillo. Un alumno de Slytherin y una alumna de Gryffindor, cogidos de la mano en medio de todos los alumnos de tercer curso de ambas casas, enemistadas entre sí. Estaba intentando descifrar lo que fuera que estuviese pasando por la cabeza de la serpiente que tenía a mi lado, pero nada parecía tener sentido. Ya era confuso y muy raro que dos alumnos de distintas casas estuvieran así; pero el hecho de que tuviesen la rivalidad que tenían ya era demasiado. Además, había que tener en cuenta los rangos sociales que teníamos cada uno ya que él se posicionaba en la cúspide mientras que yo aún me hacía sitio en la parte más baja de la pirámide. Draco y yo avanzamos aun con nuestras manos unidas, entre todos nuestros compañeros de curso. Ya dentro del aula, y con todos mirando a través de la puerta, Draco se volvió hacia mí, me besó la mano; me sonrió y se dirigió a su sitio. Yo hice lo mismo; me dirigí a mi pupitre, este lo compartía con mi hermana que llegó unos segundos después. Una vez sentados Draco y yo, todo el mundo se abalanzó a la puerta, entraron y se sentaron.

Después de Transformaciones, sin ninguna palabra de lo ocurrido antes de la clase, me dirigí a mi sala común para comenzar los deberes de la clase previa puesto que tenía una hora libre. Salí del aula cuando oí una voz detrás de mí, llamándome. Eran mi hermana y sus amigos; Harry Potter y Ron Weasley.

-¿Qué pasa chicos?- dije amistosamente

-¿Que qué pasa?- dijo mi hermana atónita.

-Lo que ha pasado, a lo mejor, antes de Transformaciones...- dijo Harry, un poco sorprendido.

-Ah... -dije yo, pensando en una respuesta válida para darles- Emm... Os lo contaré esta noche en la sala común, lo prometo.

-Esta bien, pero no se te olvide –dijo Ron emocionado- Esto promete.

A partir de ahí, tomé un camino un poco más largo para llegar a la sala común para que creyeran que iba a otra clase, en vez de a la sala común. Cuando entre me encontré con los gemelos Weasley esperándome en la entrada. Tenían cara de estar emocionados por algo, así que pregunte:

-¿Qué ocurre?

-Nos hemos enterado de lo que ha pasado en tu clase de Transformaciones- dijo Fred.

-Y queremos que nos lo cuentes con todo detalle- dijo justo seguido Geroge.

-Bueno pues...-

¿Quién dijo Sangre? - ActualizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora