Desde aquel día, no paraba de toparme con tipos como ese, amenazando con matar a mi familia, o a alguno de mis amigos; la verdad, no le quería dar la placa porque intuía que detras de eso habría algo grande, y si quieren chantajearme matando a mi familia por una plaquita, con más razón no debo darla sin que me den ninguna buena razón.
El caso es que dejé de dormir, y a penas comía, en el colegio me metía en problemas, y mi familia se empezó a preocupar demasiado.
Les estaba poniendo en peligro, cuanto más cerca estaban, tenían mas posibilidades de acabar muertos, por eso, dejé a mis amigos de lado y dejé de hablar con mi hermano y mis padres. Hablaba siempre lo menos posible, y trataba de evitarles.
Mis padres, me llebaron a un psicólogo después de tres meses, al notar mi comportamiento. No dije ni una sola palabra en esa consulta ni en ninguna otra.
Tenía que alejarme, tenía que ponerles a salvo, y lo mejor era que desapaciera. Empecé a planear lo que haría, y, un mes más tarde, puse el plan en marcha.
Un día, cogí mi mochila y la llené de ropa (unos baqueros, unas mallas y 3 camisetas), algo de comida (barritas energéticas y galletas) y metí 200 euros por si acaso.
Salí de casa como un Viernes normal, pero me fui a la estación de tren y cogí el primero que fuera a Barcelona. Yo vivía en León, así que el trayecto fué largo.
Unas 5 horas más tarde, llegué a Barcelona. Bajé del tren y fui directa al baño. Allí me lavé la cara y bebí agua. Entonces me miré al espejo. Me vi a mi, la chica de ojos castaños, con la oscura melena larga toda revuelta, y la nariz estrecha y pequeña. Estaba asustada, ¿que estaba haciendo? ¿A qué estaba jugando? ¿ A donde iría? ¿Donde iba a dormir? ¿ Que pasará cuándo mis padres vean que no estoy? No podía creer que yo, Alejandra Luna Castillo, la hija de los millonarios Marta Castillo y David Luna, estuviera como una sin techo, en una estación.Salí de la estación, y estuve deambulando por los alrededores, hasta encontrar un McDonald's, allí me compré un Mc menú para llebar, y en una plaza, me lo comí, pensando que sería de mi.
Deambulé durante varios días, sin rumbo, y apenas sin comida, ni dinero. Por las noches, dormía en una casetucha donde los jardineros guardaban sus rastrillos, palas y todo lo demás. Y me cambiaba, duchaba y lavaba la ropa en un gimnasio; que, como la ventana del baño de chicas, estaba cerca del suelo y era fácil de abrir, podía colarme fácilmente sin pagar.
Así era mi vida, y ahora, estoy tirada en mitad de el parque Joan Miró, mirando como las palomas comen pan, al menos ellas tenian algo que comer.Entonces, mi mirada se centró en una señora, ya mayor, con pocas facultades para hacer largos sprints, que estaba dormida, y no había nadie al rededor, salvo ella y yo.
La oportunidad es demasiado buena, no me lo pienso demasiado, estoy a punto de morir de hambre, necesito comida. Me levanto, y, sigilosamente, abro su bolso, y saco su cartera, y, de ella, 50 euros, que me alimentarian durante una semana (racionando mucho la comida), y me darían una camiseta nueva.
Guardé la cartera, y coloqué cuidadosamente el bolso donde estaba, y me di la vuelta.
Me quedé petrificada, según me giré, unos enormes ojazos azulados me estaban mirando. No tenía palabras. Un chico alto, de pelo corto y negro, muy atractivo, y con una sonrisita pícara y muy mona, me miraba fijamente. Iba vestido de negro, cosa mala. Pero, tambien había un aire misterioso en él, y queria saber más cosas.- Esto...Yo...No es lo que parece, lo juro - Digo intentando excusarme
Él estaba completamente callado, e iba vestido de negro, cosa mala. Pero, tambien había un aire misterioso en él, y queria saber más cosas.
Con su sonrisita burlona, me hizo un gesto con la mano para que le siguiera, y yo, soy tonta, y le sigo.
Vamos caminando por la calle, y, él, no para de echarme miraditas.- ¿A dónde vamos? - Pregunto después de un rato caminando.
Él me hace un gesto con la mano para que pare, y, en un momento dado, se choca contra un hombre y le quita la cartera de bolsillo, sin que nadie lo viera excepto yo, y eso lo hizo intencionadamente, como queriendo decir "estamos en el mismo bando, chica ladrona" .
Nos paramos en un puesto de helados y me invita a un cucurucho enorme de limón, y él se coge un tarrina pequeña de vainilla.
Tengo mucha curiosidad- ¿Cómo te llamas? - Pregunto
Él, coge un lápiz del bolsillo, y, en la tarrina, escribe su nombre, Marc.
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Foto de Marc en multimedia
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El Hope Azul
AdventureSentí el impacto y la fuerza de la bala, miré a mi hermano, estaba vivo, y puede que más asustado que yo, desvíe un poco la mirada y en el suelo había un bulto, ya sin vida. Guardé la pistola, fui hacia mi hermano y nos fuimos a casa, como si no hu...