< Metiste la pata, la metiste muy profundo >

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El asesino soltó a Benicio, las palabras de Thiago, habían funcionado para algo, pero no significaba nada bueno, ahora, tenían que hacer lo que sea que ese psicópata les pida, o de lo contrario, mataría a Beni, incluso, podría matarlos a todos.
El hombre quedó quieto, no iba a hablar, tenía miedo que los adolescentes reconocieran su voz, dio media vuelta, y se fue, subió a aquella Amarok Gris para no volver a aparecer en la noche. Beni estaba asustado, ahora en vez de un pedo casi se cagaba encima, Cauda estaba tranquilo, para el sus palabras los habían salvado, estaba esperando a que todos le agradecieran y fueran a alabarlo, pero eso claramente no pasó

D: Imbecil! Sos consiente de lo que hiciste?

C: Si, acabo de salvarle la vida a Beni

D: Aparte de eso, le acabas de prometer a un asesino que todos nosotros íbamos a hacer lo que el quisiese, tarado!

Por la cara que puso el nieto del ex presidente comunal, no había pensado en eso. Todos querían pegarle a Caudana, ese imbecil les había puesto un peso encima o quizá peor aún, una fecha de muerte.
Eran las 4 de la mañana, ninguno quería separarse, sabían que ese alguien iba a volver, y así lo hizo, no dijo palabra alguna, solo una carta, la cual decía:
"La muerte es inevitable, Muller debe morir, debe pagar por lo que hizo, así que lo hará, pero ahora me deben favores, todos los que yo quiera, ya que lo dejé ir, por un rato"
La carta fue leída por Brian, y para cuando terminó, el asesino ya se estaba acercando, pero Manu, no iba a permitir que lo toquen, así que lo pateo en la cara y el maldito enmascarado cayó al piso. Mati agarro a Beni del brazo y salió corriendo con el, ¿A donde iban? a un lugar menos peligroso ¿Que lugar era ese? Ni ellos lo sabían. Delfi, Cauda y Joa fueron quienes se encargaron de la violencia física, patadas, piñas, codazos y cosas más, estaban acostumbrados, no era la primera vez que estaban en una pelea, estando en un grupo como la wachibanda, eso era cosa de todos los días, ¿la diferencia? ahora peleaban contra un asesino, un peligroso asesino. Manu y Brian eran los encargados de intentar sacarle la máscara al psicópata cuando este caía al suelo, pero nunca lo lograron los lerdos, el siempre volvía al ruedo, sabían que si ese tipo salía vivo de ahí, todos tendrían fecha de muerte.
Volvamos a Mati y Beni, quienes corrieron hasta la plazoleta, ahí había gente, nadie ni nada los mataría en el centro, estaban a salvo.
En cuanto a la pelea con el asesino, el no se rendía, los chicos tampoco,  estaba parejo, hasta que llegó la salvación, un chico que pasaba por ahí, que se detuvo a ayudar, que entró al patio de Joa al observar la situación, y los ayudó, le dio a aquel tipo con máscara blanca la paliza de su vida, y antes de terminar la pelea con en golpe final dijo

a: Quien sos y porque los estabas atancando?

x: Yo solo sigo ordenes, te suplico que no hagas nada -el hombre temía, se veía en su rostro que ahora estaba descubierto-

El joven dio el último golpe, ahora había un asesino muerto en el patio de la casa de Joaquin.
¿El asesino? No tenían idea, jamás habían visto a ese hombre en su vida
¿El salvador del grupo? Agustín Rolle, así como lo escuchas, el enmascarado no era el, el nisiquiera tenía idea de los asesinatos, después de todo hacía años que vivía con Milagros en Santa Fe, y ese día, habían ido a visitar a los Mazzoni.
Los 3 investigadores que quedaron en la escena del crimen estaban impactados, la única teoría confiable que tenían se había desmoronado, todo estaba en la basura, no sabían quien era el asesino, solo sabían que tenían que empezar de cero, como si fuera la primera vez.
Mati y Beni volvieron cuando sus amigos les avisaron que ya no corrían peligro, el grupo de 4 se fue a la casa de Brian, dejando a Joaquin y compañía en su casa.
Al llegar, le contaron todo lo que paso a Matias, ahora el también sabía que no había nada, que no estaban ni cerca de encontrar al asesino y que además, corrían peligro, después de todo, habían borrado del mapa a aquel enmascarado.
Solo sabían una cosa, no había uno solo, eran muchos, muchos hombres o quizá también mujeres que obedecían a un cerebro, una mente brillante que los mandaba a asesinar a personas, que dirigía a todos pero no se manchaba las manos, o bueno, eso era lo que pensaban ¿Sería así? No lo sabían, pero sabían que esa teoría tenía mucho sentido.

El asesino de las flores amarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora