La chica de fuego

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Al despertar se encontraba recostado en la habitación de la chica, justamente sobre la cama de esta, solo que, al igual que el resto de la casa ahora se encontraba en condiciones muy diferentes a la primera vez que la había visto, todo en aquel lugar era diferente, la misma cama se sentía antigua y las sábanas para nada eran suaves y sedosas, el armario se veía sucio y desgastado y el tocador, el tocador sobresalía en todo este escenario, ahora el espejo se mostraba estrellado, roto y en pedazos.

Se incorporó y notó que aquel espejo le devolvía un rostro sucio y desaliñado en aquellas partes donde aún se conservaba en buen estado; bajó la mirada y se sorprendió al ver la fotografía del grupo de chicos nuevamente en su lugar, se acercó al tocador con intención de tomar la fotografía y en ese mismo instante descubrió un sobre que se encontraba colocado justo a su lado, para su sorpresa aquel sobre tenía escrito con unas letras grandes y en tono carmín justamente su nombre, alargó la mano y cogió el sobre con mucho cuidado, sacó de su interior una carta, la tomó entre sus manos y se dispuso a leerla:

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Hola Joel:

Cuando leas esta carta, querrá decir que al fin pude conseguir mi objetivo, jamás quise que esto sucediera y mucho menos de esta manera pero ahora no me queda otra salida, sé que aunque te cuente toda la historia nunca me perdonarás, pero aún así creo que es justo que la sepas.

Me llamo Jessica y hace varios años vivía en esta misma calle, era una chica normal como cualquier otra, bueno salvo que sufría de asma lo cual generó el problema que más adelante te explicaré, disfrutaba salir con mis amigas, ir de paseo, acudir a reuniones con mis padres, convivir con mi familia, pero ¿sabes que más adoraba? me encantaban los gatos, sí, se que parecerá algo tonto para ti pero yo los amaba y bueno lamentablemente era alérgica a ellos, además de mi problema ya mencionado por eso mis padres me prohibían tener uno o acercarme siquiera a ellos, eso me ponía de mal humor y a veces me hacía discutir con ellos y más aún cuando yo había encontrado el más hermoso de todos.

Un día llegó a casa, se acercó a mi ventana y yo lo dejé entrar, de ahí en adelante cada día venía a visitarme, alegraba mis tardes y me acompañaba al dormir, estaba muy feliz y además sabes algo no me hacía estornudar, tampoco dificultaba mi respiración ni me sentía ofuscada ni mucho menos, de cualquier manera jamás se lo compartí a mis padres pues debido a mi enfermedad sin duda me habrían prohibido conservarlo, yo lo amaba era el mejor compañero y amigo que jamás podría tener, me encariñé con él y lo cuidaba como a un hermano, como aquel hermano que nunca tuve.

Un día lexter, ese era su nombre salió por la ventana y se cayó, yo me espanté mucho y de inmediato salí detrás de él, que tonta no tomé en cuenta que los gatos siempre caen de pie, pero bueno salí a toda prisa y al llegar a la calle él comenzó a andar, yo le seguí sin pensar, al principio iba a paso lento pero después echó a correr y obviamente yo le seguí y cuando al fin estaba a punto de alcanzarlo él se metió a una casa y yo no podía entrar- Toqué la puerta y pregunté si había alguien dentro pero nadie contestó, llamé al timbre y nada, me puse a gritar su nombre y mi gatito no apareció, entonces lo recordé esa casa era la casa abandonada, la que los niños solían llamar la casa de las hierbas, me sujeté a las hierbas que crecían y se adueñaban de toda la pared y poco a poco comencé a trepar.

Fui subiendo de a poco pero sentía como iba avanzando y eso me llenaba de aliento e incrementaba mis fuerzas, a lo lejos escuchaba los maullidos de lexter; al fin llegué a lo alto y vislumbré el interior de la casa, era tan distinto al interior pero entonces escuché un fuerte maullido y de inmediato me sujeté al árbol fui descendiendo a toda prisa y al llegar al fin al suelo sentí que me ahogaba, me faltaba la respiración y sentía una dolorosa ofuscación demonios no había traído mi inhalador, todo empezó a dar vueltas a mi alrededor me sujeté de una banca pero sentía que la lucidez me abandonaba, vi de reojo a mi gatito aunque noté que no se acercaba y entonces me desvanecí.

Al despertar aún me encontraba un poco mareada pero estaba dentro de la casa recostada en un sofá, aunque al principio no lo noté más tarde me di cuenta, el sofá era muy viejo y se encontraba bastante polvoso pero mi mente estaba más ocupada en el maullido que escuchaba arriba y no puse cuidado a nada más.

Me dirigí a las escaleras y subí a toda prisa, recorrí las habitaciones pero no encontraba a lexter, entonces al volver sobre mis pasos lo vi ahí estaba él con un papel en el hocico que dejó caer para que yo lo tomará, me agaché y lo tomé, era una carta tal cual como esta que ahora lees, entonces lo supe me enteré de la maldición que pesa sobre esta casa, la cual dice que nadie sale nunca más de ella una vez que ha entrado, o al menos no sin pagar un precio, el precio que tú tendrás que pagar por mí, pues debes saber que solo existe un modo de salir de aquí y es logrando que alguien más ocupe tu lugar pues para que este lugar siga en pie siempre debe haber un ser viviendo dentro de esta casa, asi que si un día quieres salir de aquí tendrás que conseguir que alguien más entre en este sitio y así tal cual como yo al fin serás libre.

Tal es la razón por la cual he creado toda esa ilusión alrededor del canto, la imagen de la chica que tanto te ha maravillado, el acto aquel en que un día la conociste y surgió el impacto que ahora te ha traído aquí, disculpa que haya hecho todo eso pero he aquí que la desesperación te lleva a cometer cualquier acto con tal de desprenderte de aquello que te martiriza, asi que ahora te dejo este lugar y te agradezco por la dicha de regalarme al fin mi libertad.

Gracias por todo. Jessica..

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Joel no podía creer lo que había leído, le parecía una completa locura, pero entonces volvió a notar aquella fotografía con la chica de fuego, la tomó y justo cuando estaba a punto de estrellarla contra el piso lo notó, ahora era más clara los chicos se veían con más nitidez y sin lugar a dudas el chico a la izquierda de ella tenía un rostro bastante familiar.

Salió despavorido corriendo escaleras abajo, su mente no daba crédito a todo aquello, pero entonces descubrió que todo era real, no podría salir de la casa pues a cada paso que daba rumbo a la salida su cuerpo pesaba más y más, comenzaba a temblar y un sudor frío perlaba su frente tal cual como le había sucedido aquella primera vez que perdió la consciencia en aquel lugar.

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