Prólogo

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Corrió tan rápido como pudo, apretando su pequeña guitarra entre sus brazos, con la respiración tan agitada que pensó que se desmayaría. Ahora realmente entendía la frase "como alma que la lleva el diablo".

Cuando estuvo lo suficientemente lejos del horrible lugar suspiró aliviada, ahora estaba a salvo.

Se debatió en qué hacer. No tenía dinero para comer y su estómago rugía desesperado. Quiso llorar cuando cayó en cuenta de que no tenía nada ni a nadie.

No paró de caminar hasta el atardecer. Cuando se le ocurrió un brillante plan.

Tocó la puerta de la casa más cercana y esperó a que alguien saliera. No sucedió. Repitió la acción en todas las casas de ese vecindario. Algunas personas salían y negaban su petición. Algo tan simple que sintió un profundo resentimiento en toda su alma. Una canción a cambio de comida o dinero. No pedía mucho, solo un dólar por tocar lo que el espectador quisiera. Siempre y cuando se tratara de lo básico.

Estaba a punto de darse por vencida cuando puso todas sus esperanzas en la última casa. Comenzaba a hacer frío y necesitaba comida, su cuerpo no resistiria una hora más sin alimento.

Con su flacucho dedo hizo presión en el timbre y cruzó el índice con el dedo medio. Rogando en su mente por que funcionara su plan por una vez.

La puerta de madera roja se abrió lentamente y lo primero que vió fué un niño de cabello castaño claro, casi rubio, parecía de su edad, doce o trece años. Vestía una camiseta azul y unos pantalones negros, con unas botas estilo militar. Sus ojos fueron lo que más llamó su atención, un verde tan intenso que nunca antes había visto, también observó una pequeña nariz de botón y nos labios rojos, tan rojos que le recordaron a los de la directora del lugar que había dejado atrás. Un escalofrío que recorrió su espalda la sacó de su ensoñación.

- Puedo tocarte una canción a cambio de un dólar o comida- su voz salió más ronca de lo que esperaba, casi parecía enferma.

El niño frunció el ceño con recelo y le cerró la puerta en la cara.

- ¡Al menos dí no gracias, idiota!- gritó con fuerza. Se sentía muy débil y tenía ganas de llorar. Con los hombros caídos empezó a alejarse de la casa. Hizo menos de diez pasos cuando escuchó el rechinido de la madera. No quiso ilusionarse pero de igual manera se giró lentamente.

El rubio-castaño le sonreía con un plato de sopa en las manos, haciéndole señas para que se acercara. Quiso gritar de felicidad y rápidamente se acercó a él.

Esperaba que por una vez su vida mejorara.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2022 ⏰

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