Asalto 1

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Las luces de la Ciudad brillaban en el asfalto húmedo luego de la corta llovizna

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Las luces de la Ciudad brillaban en el asfalto húmedo luego de la corta llovizna. El cielo, aún rojizo, escondía el brillo de una luna menguante atrapada tras las nubes cargadas. Un elegante coche de patrulla chirrió en el asfalto frente a la persiana de un local cerrado y un joven ocultó rápidamente las manos detrás de su espalda.

— ¡Manos arriba!

— No hice nada Oficial, puede ver usted mismo —se defendió, tenía el aerosol en la mano, pero, en efecto no había llegado a pintar nada.

— Va a hacerlo en cuanto me aleje, así que mejor me acompaña a la comisaría —. El uniformado se acercó con las esposas listas en la mano, lo tomó del brazo y le dio la vuelta en un pestañeo.

"Podría resistirme y huir", pensó el joven, pero desistió en cuanto lo vio de cerca. No, no todos los días tenía la oportunidad de ser tocado por un hombre como ese. Si esa era la vista, no le importaba pasar la noche en la comisaría.

El rubio lo tomó con las manos en la espalda y sujetó su cabeza para subirlo al coche. Tenía todo el camino para explicarle los motivos porqué estaba mal hacer vandalismo por la ciudad y las implicaciones legales. Aunque el detenido no tenía dudas al respecto, lo sabía muy bien, se dedicó a escuchar sólo porque la voz del Oficial sonaba... Sexy.

— Exacto Oficial, veo que entiende muy bien los motivos por los cuales amo hacerlo. Salir de noche y dejar mi impronta por toda la ciudad, con la adrenalina de no ser atrapado.

— ¿Se está burlando de mí? Le estoy explicando la Ley, pero veo que ya la conoce bien. Voy a tenerlo en cuenta para su expediente. Y por si no lo notó, esta vez le falló esa última parte.

— Jamás me burlaría, Oficial, y sí, en eso tiene razón, pero ser atrapado por alguien como usted también es parte de la diversión. Si quiere podemos repetirlo otro día —propuso el joven con ese tono juguetón que comenzaba a fastidiar al policía que conducía la patrulla. Por supuesto, no respondió, sabía que el vándalo sólo quería jugar con él, y no estaba dispuesto a ser blanco de sus bromas. "Una pena", pensó el joven, "estaba disfrutando de su voz profunda".

Llegaron a la comisaría y todo fue un largo papeleo. El Oficial cumplió con sus tareas revisando al detenido para asegurarse de que no portara armas, tomó sus datos y su declaración; aunque éste parecía disfrutarlo, sobre todo mientras lo palpaba, lo que hizo que desistiera de seguir dándole atención. En realidad no había llegado a cometer ningún delito y sólo había decidido detenerlo por lo aburrida que estaba la noche de guardia, en otra ocasión, hubiera concluído en un llamado de atención. Sin más que hacer al respecto, le ofreció hacer una llamada para que alguien fuera a buscarlo.

— No, gracias. ¡Qué atento! —fue toda la respuesta. El Oficial no entendía qué clase de broma era esa. ¿Por qué no quería llamar a nadie?

— Es su derecho. No hace falta que alarguemos esto, realmente no cometió un delito en sí.

¡Manos arriba! | SeoDo | ONEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora