4- Un golpe de realidad

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  Desperté de golpe sin saber en qué momento había caído desmayada. Me intenté incorporar rápidamente pero una mano en el pecho me lo impidió.

-No. Quédate recostada.

Era el hombre morocho el que me hablaba. Estaba sentado junto a mí. Miré todo con curiosidad, ya no estaba al aire libre, ahora parecía estar en el interior de una habitación.

-¿Qué pasó? ¿A dónde estoy?

Pregunté alarmada. Cada vez que me despertaba y descubría que seguía en aquel sitio, mis esperanzas de que se tratara de un sueño muy loco se hacían cada vez mas pequeñas. Era evidente que aquello era realidad pura.

-Estás a salvo en una habitación, tranquilízate. Te desmayaste cuando Erwin intentaba mostrarte el periódico.

De repente lo recordé, aquel hombre alto había dicho que estábamos en el año ochocientos algo... una locura atroz.

-Escuche, a ver si entiendo algo, usted me está diciendo que estamos en el año ochocientos. De acuerdo pero ¿Ustedes saben que afuera hay una ciudad? ¿Y autos, y aviones y tecnología... verdad? Ustedes están viviendo aquí fingiendo todo esto por placer.

-No sé nada de lo que estás diciendo. Afuera de las murallas no hay ninguna ciudad, lo puedo asegurar, he ido más veces de las que podría contar.

-Bien, entonces lléveme. Lléveme con usted afuera de las murallas para que lo vea.

Ya me estaba hartando de todo aquello. Me incorporé y me senté en la cama. Hacía un día que estaba desaparecida y no podía entender como nadie me había encontrado aún.

-Wo, wo, tranquila. No puedo hacer eso, no puedo llevar a cualquiera a territorio de titanes, es peligroso.

-¿Territorio de titanes?

Aquel hombre que parecía no tener demasiada paciencia suspiró levemente y se puso de pie. Se acomodó la chaqueta que vestía, y descubrí que el escudo de su uniforme era diferente al de los hombres que me habían apresado, este llevaba unas alas con plumas azules y blancas.

-Mira, la única razón por la que estoy haciendo de enfermero es porque es evidente que tú y yo estamos emparentados de alguna forma. Pero no es mi vocación el cuidado de las personas, hacen demasiadas preguntas, como tú.

-Tal vez si alguien me explicara algo no haría tantas preguntas.

Contesté ya molesta porque todos parecían estar tan furiosos con mi presencia como lo estaba yo por estar en aquel sitio en primer lugar.  El hombre me miró seriamente y unos segundos después su mirada se suavizó.

-De acuerdo. Por favor, dime cómo llegaste aquí, intentaré entender de donde eres.

Nuevamente repetí la historia de mi llegada con lujo de detalles, hasta el momento en el que me topé con ellos y acabé desmayada en esta habitación. Él me escuchaba atentamente de brazos cruzados, vi que no entendía muchas de las cosas que yo estaba diciendo pero se esforzaba por creerme.

-Me hablas de cosas que no conozco. Nunca escuché hablar de tu ciudad, ni de "electricidad" o "teléfonos móviles", todo suena como... otro mundo. Lo cual me cuesta trabajo creer sin una prueba.

-Pues podría probarlo, pero los del unicornio verde me quitaron todo. Puedes pedírselo, ellos lo tienen. Mi celular, mi identificación, mi reloj, todo se lo quedaron cuando me apresaron.

Él asintió con la cabeza y llevó su mano a su nuca para rascarse levemente confundido. 

-Intentaré recuperar tus objetos y así tal vez descifrar algo ¿Dices que atravesaste una puerta y llegaste aquí? ¿Pero ahora esa puerta está sellada?

La ForasteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora