El sonido del agua
El martes era, para unos cuantos, el lunes 2.0; para otros, mejor que el día anterior. Los sextillizos en general no tenían nada planeado para ese día una vez concluyeran sus clases, exceptuando a Deimon.
La provincia de Santo Domingo estaba conmocionada por los sucesos que empezaron desde el sábado pasado: cuatro monstruos y cuatro héroes: ¿De dónde vendrían todos ellos?
Unos se quedaban pasmados ante la tan inverosímil noticia. Algunos tantos pensaban que era un adelanto al fin de los tiempos, la lucha del bien contra el mal. Otros desconfiaban de la procedencia de ambos bandos y solo rezaban porque terminara; a pesar de las batallas y del hecho de que todo se restauraba, las imágenes eran tan asombrosas como perturbadoras, y poco a poco se empezaba a dividir la opinión pública capitaleña.
No obstante, toda esta situación no estaba en la atención de los sextillizos.
Volviendo a ellos, por cierto, tras un largo día de escuela —en el que el águelo se mantuvo con Wilson todo el día—, estos se habían reunido al frente del edificio de sus aulas y, como todos los días, se despidieron de Haicol, quien se había cambiado de ropa, como lo hacía todos los días. Sin embargo, también se habían despedido de Deimon, pues los martes (y jueves) después de la escuela tenía clases de música, algo que no le gustaba mucho mencionar, pues ni su amiga de la escuela, Eli, lo sabía.
Deimon entregó su mochila a Wilson, no sin antes sacar una bolsa blanca que traería consigo. Lîf decidió que lo acompañaría, pues Wilson, Jilton, Luitor y Yeison ya tenían su espíritu elemental —y sus respectivos collares, incluso Yeison—, pero Deimon no, entonces sería una oportunidad para probar suerte.
«Me pregunto cuál le tocará... Él suele utilizar azul, así que supongo que el de agua, ¿o podría ser el de rayo?», se preguntó Lîf invisible sobre el hombro derecho del nervioso Deimon, quien sentía sus piernas temblar con cada paso que daba y sentía un deseo incesante de morderse las uñas.
«Has hecho esto tantas veces, Javier... ¿Por qué te resulta tan complicado?», se reprendía una y otra vez tratando de regular su propia respiración y prestando atención a lo que veía enfrente.
El águelo observó cómo Deimon entraba al enorme edificio, el conservatorio donde recibía sus clases de música y, además, hacía prácticas orquestales junto con sus compañeros de vez en cuando, ya sea para disuadir a otras personas de inscribirse en su conservatorio o para demostrar sus aprendizajes, cosa que no le agradaba mucho.
Para su desgracia, ese atardecer sería una de esas ocasiones, pero no podía hacer nada.
En el camino se encontró a una joven de su edad, a duras penas más alta que él, de tez morena clara, cabello negro corto peinado en capas, ojos marrones y nariz de punta redonda. Su vestuario consistía en una blusa blanca bajo una chaqueta de lana negra, pantalón de mezclilla azul oscuro, zapatos negros y calcetines blancos.
—¡Hola, Deimon...! —saludó amigablemente con un abrazo al chico, quien había tardado en corresponder.
—Hola... Aida —respondió en su usual tono haciendo una sonrisa y separarse al poco rato—. ¿Qué tal tú día? ¿Te fue bien en la prueba de Sociales?
—Todo bien, todo bien; no me fue tan bonito, pero no me quejo, a mi pai no le importa, entonces... ¿Y tú? ¿lo mismo de siempre? —cuestionó recibiendo de él un asentimiento.
Ambos se conocían desde los ocho años, habían estado juntos en las clases de inglés, pero no fue hasta que se encontraron en las clases de música que comenzaron una amistad que perduró hasta esos días; además, habían sido vecinos hasta ese día.
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Los hermanos Bosques y los espíritus empíreos | [Pausado/Borrador]
FantasyLos hermanos Bosques siempre han llamado la atención del público debido a una condición que ellos no eligieron: eran quintillizos idénticos. El morbo de la gente de ver tan fascinante e improbable suceso hizo de sus vidas de todo menos normal, por l...