𝐈𝐈𝐈

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A la mañana siguiente, Jayce llega a la puerta de los Kiramman. 

El padre de Caitlyn anuncia su llegada en el vestíbulo, donde se encuentran Vi y Caitlyn. Asiente con la cabeza en dirección a las dos con amabilidad. 

― Caitlyn, me alegro de que te sientas mejor. Vi, ¿crees que podríamos hablar fuera? ―

Vi palmea la mano de Caitlyn tranquilamente. ― Vuelvo enseguida.―

Le sigue hasta el jardín de los Kiramman. 

― ¿Qué quieres, Jayce? ―

Jayce resopla y se vuelve hacia Vi con una mirada decidida. 

― El entrenamiento de los vigilantes empieza mañana.― 

A Vi se le revuelve el estómago. Pensó que tenía más tiempo. 

― Pero Caitlyn no se ha curado del todo...―

― Caitlyn estará bien.― interrumpe Jayce. ― Necesito que encuentres a Jinx antes de que pueda reiniciar las operaciones de Silco.―

― ¿No la has encontrado todavía? ― Vi pregunta, sin saber si está preguntando por miedo o por esperanza. 

― Está pasando desapercibida por el momento. Por eso necesitamos estar sobre el terreno lo antes posible.―

― No hay manera de que los suburbios te deje desfilar con un ejército.― 

― Hasta ahora no hemos encontrado resistencia en el puente ni al entrar en la ciudad. La noticia de la muerte de Silco parece haber debilitado la moral.―

Vi sacude la cabeza con una risa amarga. ― Sabes que esto es otra trampa, ¿verdad? Los están llevando como cerdos a una matanza.―

― No soy tan estúpido como crees, Vi.― replica Jayce. ― Sé que está tratando de atraernos. Por eso te usaremos para atraerla.―

― ¿Así que ahora sólo soy un señuelo insignificante para ti? ― Vi gruñe histérica. ― Obligarme a ser vigilante es una cosa, pero obligarme a morir como tal es otra.―

Jayce se encoge de hombros. ― Te veré mañana a las seis de la mañana.― dice con firmeza. Saliendo por una puerta lateral sin decir nada más. 

La ira crece dentro de Vi, de la única manera que sabe. Camina de un lado a otro, con los hombros encorvados y agitados. Su ira alcanza rápidamente su punto de ebullición; Vi se levanta y golpea la pared del jardín con un grito salvaje. La sangre gotea sobre la hierba a sus pies. 

― ¿Por qué no me dijiste que Jayce te obligó a convertirte en vigilante? ― 

Caitlyn sale de detrás de un arbusto y se acerca a Vi. 

― ¿Por eso intentaste marcharte anoche? ―

Vi sólo puede reírse. Su ira es salvaje y desenfrenada; Caitlyn es su objetivo más cercano. 

― No lo sé, Cupcake.― responde sarcásticamente. ― ¿Tal vez porque eres una vigilante? ― 

Elegí serlo.― replica ella. ― Nadie debería ser forzado a ello.― 

― Yo nunca elegiría ser vigilante. Sé que se supone que eres una de las ''buenas'', o lo que sea, pero nunca lo entenderías.―

Caitlyn frunce el ceño. ― Entonces ayúdame a entenderlo.― 

Vi sigue paseando de un lado a otro, moviendo las manos salvajemente mientras habla, como si fuera a morir si se queda quieta. ― ¿De verdad quieres saber por qué? ―

― Sí.―

― Porque los vigilantes mataron a mis padres.― grita Vi. ― Me apartaron de Powder y me metieron en una celda durante siete años. Ayudaron a Silco a envenenar la ciudad subterránea con brillo. Le ayudaron a convertir a mi hermana en un monstruo.―

Caitlyn lanza a Vi una mirada compasiva que sólo la hace sentir mal. Se da la vuelta. 

― He visto con mis propios ojos lo corruptos que pueden ser los vigilantes.― admite Caitlyn. ― ¿Pero no hacer un cambiarlo desde dentro? ―

― No funciona así.― objeta Vi. ― Los vigilantes están ahí para defender a Piltover de los suburbios. No se puede arreglar. Funciona exactamente como se supone que debe ser.― 

Caitlyn da un paso adelante y se acerca al brazo de Vi, pero ésta lo aparta de forma brusca. 

― Estoy a punto de convertirme en mi peor enemigo. Y lo que más odio es que soy demasiado débil para impedirlo.―

La rabia de Vi exige de repente ser percibida; golpea de nuevo la pared, una y otra otra vez, una y otra vez. Golpea a Jayce, a Sevika, a Silco. Sus puños se llenan de sangre con cada golpe; le duelen, le dan calambres y le arden, pero al menos el dolor le resulta familiar y lo controla. balanceándose de nuevo... 

Y ahí está Caitlyn, interponiéndose delicadamente entre Vi y la pared. 

Vi se congela, con su golpe suspendido en el aire. Caitlyn toma delantera y le coge las muñecas con sus manos, levantándolas por encima de los hombros de Vi. 

― Tu mayor ventaja nunca han sido éstas, Vi.― dice Caitlyn, mirando los puños ensangrentados de Vi. Su sangre se desliza por el brazo de Caitlyn en remaches de color rojo oscuro. Entonces Caitlyn suelta las muñecas y coloca una palma abierta directamente en el pecho de Vi, justo sobre su corazón. 

― Siempre ha sido esto.―

La rabia de Vi se desvanece ante el contacto. Deja caer los puños sin fuerza a los lados. 

― No sé cómo luchar con eso.― admite débilmente. 

― No hay que luchar contra eso. Sólo tienes que dejar de luchar contra él.― 

El corazón de Vi está de acuerdo, palpitando con fuerza contra la mano de Caitlyn. 

Por primera vez en mucho tiempo, decide escucharlo. 

Se inclina hacia delante y besa a Cait. 

Vi no podía procesar todo al principio, sólo siente las sensaciones: unos labios suaves y unas cálidas manos que le rodean el cuello y el olor de Caitlyn tan embriagadoramente cerca. 

Se apartan un poco para recuperar el aliento. Vi presiona su frente contra la de Caitlyn con los ojos cerrados, derrotada y agotada. 

― Lo siento mucho.― susurra. ― No debí haberte gritado así.―

― Está bien.― dice Caitlyn, limpiando las lágrimas que Vi ni siquiera se dio cuenta de que estaban ahí. ― Todos cometemos errores, Vi. Lo que importa es cómo lo corregimos.―

Vi está finalmente harta de luchar contra esto que ha estado ocurriendo entre ellas desde que se conocieron. La besa de nuevo, lenta y dulcemente. Caitlyn sonríe frente a ella. 

Vi sabe que no arregla todos los males de hoy, pero cree que es un buen comienzo.

El amor se filtra por las armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora