Me abalancé sobre él y le besé, hoy iba a ser mejor noche que la anterior, estaba segura.
Caminamos hacia el parque del Retiro de la mano, hablando de todo, risas, besos, abrazos, bromas... Todo era perfecto. Él era perfecto.
Por fin llegamos, rodeando mi preciosa Cibeles, al Retiro. Aunque la valla era bastante alta conseguimos entrar.
El retiro de noche era... espectacular.
Nos sentamos en un banco que estaba en frente de una fuente, que echaba agua. Me encantaba como sonaba el agua caer, me relajaba bastante.
Me abrazó, le abracé y estuvimos como diez minutos con nuestros brazos entrelazados. Su olor, Dios mío, pura adicción.
Saltó de un respingo del banco y me susurró al oído:
-Intenta alcanzarme.
Inmediatamente salió corriendo, y yo, entre risas, intentaba correr detrás de él.
Le perdí de vista, pero derrepente sentí unas manos en mi cintura, me giré (era Tomás) y me besó.
En frente teníamos el estanque.
Lo rodeó y se dirigió hacia las barcas.
-Estas loco. Le grité.
Fui hacia donde estaba Tomas, cuando ya había cogido una barca.
-Métete dentro Alex
Me metí y él seguidamente hizo lo mismo.
Me senté en sus piernas mientras miraba el cielo y las estrellas y Tomás remaba.
-Eres perfecta. Me susurró.
Le besé.
Era una noche literalmente perfecta.
Alcabo de dos horas salimos del estanque y del Retiro.
Volvimos a ver el amanecer, las cuatro Torres y el tráfico de Madrid. Mi Madrid.