Aparición de Eddy

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En el rincón del sur

– Bueno, ya estamos aquí – escucho decir a Will cuando subió las escaleras del lugar.
– Si, aquí estamos. ¡Justo a tiempo! – comenté sonriendo y emocionada.

Will estaba con una sonrisa no muy notoria, yo sabía que estas cosas a él no le encantaban pero lo hacía por mí, siempre fue tan buen amigo. Lo atrapé observando el lugar, miraba las barras, el suelo, las luces y escuchaba la música que había. Nos sentamos en la barra principal pero no ordenamos nada, no solíamos tomar alcohol nunca que salíamos y esta no iba a ser la excepción.

– Hola, ¿bailas? – me pregunta un muchacho de ojos claros, pelo oscuro y muy bien vestido.
Miro a Will y estaba tentada a negarle el baile al desconocido. No quiero que Will esté solo en un rincón y sin divertirse.
– Le encantaría. – habla Will, y yo, lo miro perpleja. Él me guiña un ojo y me regala una sonrisa audaz.
– Em... si, claro – le respondí al muchacho mientras tomaba su mano para que me dirija a la pista de baile. No dejé de observar a mi amigo que aún estaba en el taburete de la barra.

La música sonaba fuerte y clara, nadie rompía el espacio mágico del baile. El desconocido no se presentó ni me dijo nada, simplemente se limitó a bailar y regalarme una que otra sonrisa.
Cuando la canción terminó, el muchacho se apartó de mi, me dio un beso en la mano y me agradeció el baile.

– Gracias a ti por invitarme. – le dije con una sonrisa.

El muchacho se marchó y yo me había dado vuelta para ir hasta la barra, hasta que un hombre se puso en mi camino y me invitó a bailar.
Este hombre si se presentó, su nombre era Michael, media 1.90 y tenía unos treinta y pocos años. Iba a una academia cerca de aquí. La música cada vez se percibía más rápida, a veces no daba tiempo de disfrutarla lo suficiente y eso me entristecía. Cuando la canción terminó, Michael me agradeció y me chocó los cinco. Le devolví el agradecimiento con el mismo gesto.
Por fin llegué a donde estaba Will.

– Y, mi pequeña bailadora, ¿cómo la estás pasando? – me dijo sonriendo.
– Podría pasarla mejor si supera que te estas divirtiendo. – repliqué.
– Mel, claro que me estoy divirtiendo. Te estoy viendo bailar y es divertido ver cómo te mueven para todos lados como a una muñeca de trapo. – comenta entre risas.
– ¿ah si? Quisiera verte hacerlo mejor – lo reto.
– Amiga, bien sabes que no es mi fuerte bailar.
– Siempre hay una primera vez para todo – le dije
– Si, pero no para mí y menos en esto. – su expresión se volvió más sombría y fue ahí cuando decidí dejarlo quieto.

Me di vuelta para quedar de frente a la pista de baile; mientras observaba a todos bailar, comencé a sentir mucha nostalgia debido a la marcha de mi amigo en un año. Si bien me alegra muchísimo por él, sé que voy a extrañar estas cosas.

De repente, una silueta capta mi atención. Era un hombre de unos 33 años, llevaba una camisa azul con puntos blancos, un pantalón gris oscuro y unos championes negros. Su piel era parda, curtida por el sol, su cabello era oscuro y sus ojos también.
"Ese hombre... ese hombre me parece familiar, ¿lo conozco?" Pensé.

– ¿Está todo bien? – me pregunta Will, sacándome de mis pensamientos.
– ¿Eh? Ah, si. Esta todo bien. Solo, me pareció ver a alguien que conozco. – confesé.
– ¿A quién? – pregunta mi amigo.
– No estoy segura, no lo he visto bien. Pero puede ser posible que me haya equivocado.

En eso, vuelvo a ver al hombre pidiéndole para bailar a una mujer que estaba lo suficientemente cerca para poder ver su rostro. Mis ojos salieron de mis cuencas, ¿ese es...? ¡Si, sin dudas que es!

– ¡Ese es Eddy! – Will me observó y yo me volteé hacia él. – Ese es el profesor que tenían mi mamá y mi hermano cuando vivíamos en Fray Bentos. Él les enseñaba ritmos latinos y tango. Hace años que no lo veo, la ultima vez que lo vi creo que fue hace como diez años.
– Wow, Mel, eso es mucho tiempo. – Responde mi amigo.
– Lo sé, estoy segura que no me reconocerá. Veremos qué ocurre. – comenté.

Transcurrió la noche y pensaba que Eddy no me había visto o directamente no me reconoció. Cuando decidí abandonar la pista para ir al baño, me topé con él.

– Ay, lo siento, no lo vi. – dije avergonzada.
– Discúlpame, la culpa fue mía – me responde Eddy con una sonrisa, también estaba apenado. – Emm, ¿gustas bailar? – me pregunta.
– Claro. – respondí.

Fuimos de nuevo a la pista de baile, sonaba una bachata preciosa de Prince Royce y fue fácil perderme en ella. Eddy tenía facilidad de marcar el ritmo, de hacerme girar y de inclinarme cuando debía. Mi cuerpo, como siempre, dejo que la música lo guiara y fue fácil mantener el nivel. Cuando la música terminó, me armé de valor y le dije:

– Perdóname de nuevo por lo de hoy y tal vez suene un poco abrupto pero, ¿tu nombre es Eddy?
– Si, soy yo. ¿Nos conocemos?
– ¡Lo sabía! En realidad conoces a mi mamá, Camila, tú le enseñabas baile latino y tango en Fray Bentos.
– Espera... ¿Melody? ¿Melody García? – asentí – Oh por Dios, ¡Mira cuánto has crecido! Cuando te vi la última vez eras una niña y ¡mírate ahora! Ya eres toda una mujer. – me dijo mientras me abrazaba.
– Si, ya sabes, los niños crecen – sonreí.
– ¿Cómo está tu mamá? ¿Tu hermano sigue bailando? – comenzó a interrogarme.
– Mi mamá esta bien, por suerte y mi hermano si, está bailando como siempre. La verdad no sé mucho de él, nos hemos distanciado pero por lo que sé, sigue bailando. – Respondí.
– Es una pena escuchar eso. Pero, dime, ¿estás sola?
– Jajaja, no, estoy con un amigo mío, su nombre es Will.
– Está bien. Oye, ven, te presento a mi grupo.

Eddy me toma de la mano y me conduce hasta el otro extremo de la pista de baile, cerca de donde están los parlantes y el DJ.

– Mel, te presento a Diana, Jenny, Diego y Vir. – Eddy comienza a presentarme uno a uno. Diana tiene 58 años de edad, es baja con el pelo oscuro, tiene una figura envidiable para cualquier mujer de su edad. Jenny es alta, rubia y muy simpática. Diego tiene una mala actitud por lo general, es moreno, más o menos de mi altura y lleva siempre ropa bonita con tirantes, usa barba en forma de candado y suele bailar mucho (aunque no conmigo). Vir es una mujer de pelo largo, un poco rellenita pero con un humor muy bonito y cálido. Todos ellos me saludaron y me dieron la bienvenida. Sonreí.
– Es un placer conocerlos. – dije
– El placer es todo nuestro, Mel. – dice Diana regalándome una sonrisa preciosa.
Después de un par de minutos, me retiro de su mesa; había olvidado que Will estaba acá conmigo.

– Will, lo siento, me colgué hablando con unos conocidos y no vas a creerlo; ¡era el ex profesor de mi mamá! Hace años no lo ve, supongo que un día de estos le dire para ir a casa así la sorprendo. – Will sonríe.
– Me alegra mucho saber eso, Mel.

La noche continúa entre baile y baile, obligue a Will a bailar conmigo un par de veces y aunque no estaba muy feliz, se divirtió por las payasadas que le hacía hacer. Rápidamente se hizo la hora del cierre del local y cuando estábamos por irnos, escucho una voz llamándome.

– ¡Melody! – es Diana.
– Diana, dime.
– Mañana todos nosotros volveremos a venir, no sé si te gustaría unirte a nosotros. Por lo general venimos los viernes y los sábados de todas las semanas. – dice sonriente.
– Oh, Dia, ¡claro! Aquí estaré mañana. – respondo.
– ¡Genial! Nos vemos mañana a las 23:00. – me dice alegre mientras baja las escaleras para la salida.

Will me mira.

– Me parece que alguien se ha hecho nuevos amigos. Esa es mi pequeña saltamontes.

Le doy un codazo a Will y él se ríe.

– Está bien, amiga, vámonos a casa.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2022 ⏰

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Al hombre que por tonta perdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora