Capítulo 2.

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Juliana se plantea si debería hacerlo o no.

Acceder a hablar con Valentina podría dejar una serie de huellas en su pecho que no sería capaz de soportar.

Termina dejando todo de lado y se sienta junto a Valentina en el sofá de cuero negro, hay una distancia mínima entre ellas, no más que quince centímetros, pero Juliana lo siente como todo un abismo donde caen sus palabras y se pierden dentro de la fosa.

Está jodida y lo sabe. No planea nada para remediarlo, porque ha esperado mucho para esto.

—¿Cómo estás?

No está bien, lo quiere decir.

—Bien.

—¿De verdad?

No se miran, quizás porque el miedo se apodera de ambos cuerpos y la otra no lo sabe.

—¿Por qué mentiría?

—No lo sé. Pero puedo ver tus manos transpirar y como has estado mordiendo tu labio, puedo pensar que quieres decir algo y que me estás mintiendo.

Casi al instante Juliana limpia la palma de sus manos en la tela de su pantalón.

Piensa que no puede seguir postergando lo inevitable.

—Estoy bien. Sin embargo, tuve una conversación con tu madre que me ha dejado la mente un poco revuelta.

Hace una mueca que Juliana no ve porque lo ha estado evitando y porque, en el fondo, es una cobarde.

—¿Qué te ha dicho? Sabes que es un poco... Exagerada.

Juliana se despoja de sus zapatos, desata las trenzas y se libera, tan solo deja sus medias. Y es lo primero que soltará esa noche.

—Dijo que la has, la has abandonado un poco. ¿Es verdad?

Valentina sabe que no tiene remedio, entonces decide que es buena idea desatar sus botas y estirar los dedos de sus pies.

—Algo así.

—¿Me explicas? Por favor.

Valentina cree que es buen momento para ver a Juliana, pero ella no le regresa la mirada, sigue absorta en sus dedos y el movimiento de estos.

Juliana es curiosa, un poco intrépida y sabe el camino por el que es tan conduciendo, sabe que el sendero no es firme y que, en cualquier momento, pueden caer.

—Estoy evitando cosas.

—¿La evitas a ella?

Valentina ríe por la nariz.

—No, no a ella.

—¿Entonces? ¿Qué estás evitando?

Da un paso cerca del acantilado y respira el aroma que de allí sale. O eso es lo que cree que hace, pero en realidad sólo ha visto a Valentina a los ojos.

Eso es suficiente para conducir a Juliana a otro mundo.

—Cualquier cosa que me haga extrañarte.

Había pasado meses construyendo un muro a su alrededor, afirmándolo con algún tipo de cemento y se decía a ella misma que nadie podía derribar las paredes que tanto tiempo le costó levantar.

Y Valentina con una oración arrasó con la más fina construcción, como un gigante que ha pisado una pequeña flor, o un huracán que se lleva consigo ciudades enteras dejando sólo escombros y un par de lamentos.

—¿Lo haces?

—Eso intento.

Juliana necesita una bocanada de aire, un poco de oxígeno. Ha dejado de respirar sin darse cuenta y tiene que hacer algo con eso.

While You Were Away |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora