Capítulo 3.

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Es una buena tarde de diciembre.

Juliana conduce por la avenida mientras el limpiaparabrisas va de un lado a otro sobre el vidrio, recogiendo a su paso la nieve que cae y estorba en la visión de la morena.

Es la tercera vez que utiliza el auto que Valentina le regaló hace una semana, y Elizabeth asegura que Juliana luce como un niño con juguete nuevo. Es verdad, después de todo, porque la primera vez que lo usó, fue para comprar pan en la panadería que se encuentra a un par de calles de su departamento.

De todos modos, esta vez no va camino a la panadería o algo así. En realidad, se dirige a la farmacia que está a unas cuantas calles de la tienda en la que estaba hace unos minutos comprando ropa para Kaia.

Echa una mirada a Kaia, quien duerme tranquila en el asiento para bebés en la parte trasera del auto. La niña luce como un auténtico ángel, y Juliana tiene esta presión en su pecho que no la deja tranquila, y solo quiere llorar.

Quiere llorar porque se ha liado otra vez. La última semana ha estado sintiendo estas terribles náuseas que no la dejan comer en paz. Ha estado demasiado tiempo durmiendo por las tardes cuando Kaia lo hace, y se levanta muy seguido todas las noches para ir al baño a descargar su vejiga.

Valentina parece estar en otro mundo, porque no ha notado las muecas de asco que Juliana le da al pollo, la carne o al huevo cuando van a comer. Juliana está bien con eso, porque no le apetece tener a una Valentina curiosa hurgando en lo que le sucede. Está cómoda con esa burbuja de preocupación que tiene, o algo así.

Suspira y parpadea para dispersar las lágrimas que cada vez parecen querer salir con más frecuencia. Quizás ha llorado muchas veces la última semana, pero no es tan importante ahora.

Está embarazada, lo sabe.

Ya pasó un mes desde que Valentina regresó a vivir con ellas. Se mudó por completo, y Juliana está bien con eso, sobre todo porque Kaia parece ser la niña más feliz del mundo desde que su madre duerme en la misma habitación que ella todas las noches. Valentina luce diferente también, su rostro se ve más iluminado que antes, llega con una sonrisa en el rostro todas las tardes, y Juliana se siente un poco culpable cuando sonríe sin querer hacerlo, porque todo lo que nubla su mente son las noches que estuvo sintiendo un frío terrible por la ausencia de Valentina.

Sabe que Valentina no merece que le oculte tal preocupación, tampoco que Juliana finja interés cuando le cuenta su día de trabajo. Sin embargo, lo hace y eso sólo la hace sentir un poco más culpable.

Perdida en sus pensamientos, no se da cuenta cuando llega a la farmacia, parpadea y cae de nuevo en la realidad. Kaia sigue dormida así que opta por ir hasta el autoservicio.

Resulta que hay dos o tres autos esperando antes que el suyo, y tiene que tomar fuerte el volante en sus manos para no perder el control.

—Tranquila. —Se dice ella misma, con la esperanza de que realmente funcione —Será rápido.

Juliana odia esperar, así sea un poco, y odia más cuando tiene que esperar en situaciones como estas.

En algún momento, mientras le envía un mensaje de texto a Charlotte, los dos autos parecen haber terminado con su compra y ahora es el turno de Juliana. Apenas pisa el acelerador y el auto se mueve lento los pocos metros hasta la ventana grande donde se encuentra el vendedor con una bata de enfermería.

—Buenas tardes. ¿En qué le podemos ayudar?

Juliana vuelve a ver por el espejo retrovisor a la niña. Sigue dormida y no parece dar ningún indicio a despertar pronto.

—Buenas tardes. Necesito dos marcas diferentes de pruebas de embarazo, una de cada una, por favor.

—Un segundo. —Anuncia el vendedor, Juliana lo ve desaparecer dentro de la farmacia y un minuto después aparece con dos cajas donde se suponen deben estar las pruebas.

While You Were Away |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora