Frase 49

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LA MUJER METEORITO Y EL TIEMPO 
      
       Alma Nº 24 
La Mujer Meteorito, en su camino a visitar la tierra, se encontró con el Tiempo. Era la oportunidad de su vida. La ocasión perfecta para tener una conversación que seguro nunca olvidaría. 
    ―¿Nunca te has preguntado por qué son más importantes las horas puntuales? ―le preguntó La Mujer Meteorito al Tiempo, que estaba sentado al otro lado del pasillo, o del universo. 
    El Tiempo quedó sorprendido. No la vio llegar en ningún momento, pero por su pose, parecía que llevaba allí ―en el universo―, sentada el mismo rato que él. 
    El Tiempo tenía los pies recogidos sobre el cosmos, y miraba fijamente a un reloj de pie de color azul y manchas verdes y blancas. 
    ―No sé ―continuó hablando La Mujer Meteorito―, es como si todas las cosas importantes solo ocurrieran en las horas “nombradas”. ―Miró al Tiempo, como para saber si le estaba haciendo caso, y reparó en que sí, gozaba de toda la atención del Tiempo y de todo el tiempo del mundo para hablar. 
    ―Es algo raro, si una se detiene a pensar en ello ―siguió hablando―. Los horarios…personales o profesionales, como los de clase, por ejemplo; o como cuando tienes una cita; o como los programas de la televisión ―se explicó con dificultad, como si no esperase que al Tiempo le interesase lo que estaba contando. Era la primera vez que alguien hacía caso a sus extraños pensamientos, y no sabía muy bien cómo lidiar con la situación. 
    ―Es verdad ―contestó el Tiempo―. Es como si las otras horas no importasen. Nadie queda a las doce y un minuto o a las cinco y trece. Todo se reduce a las horas: en punto; y cinco; y diez; y cuarto; y veinte; y media
Exacto! ―dijo La Mujer Meteorito―. Es como si los minutos entre el uno y el cuatro y el seis y el nueve no existieran ―añadió, más segura de sí misma. 
    ―De hecho, se utiliza la expresión “y media pasadas” o “y cuarto pasadas” para referirse a uno de esos olvidados minutos ―prosiguió el Tiempo. 
    Y se hizo silencio durante unos segundos. Parecía que los dos estaban asimilando lo que acababan de explicarse mutuamente. 
    ―Menuda pérdida de tiempo ―concluyeron los dos. 
    Pero La Mujer Meteorito, disfrutando de la compañía del Tiempo, siguió: 
    ―Tengo otra pregunta. 
    ―Te la responderé, con la condición de que tú luego me respondas a mí. 
    La Mujer Meteorito aceptó y preguntó: 
    ―¿Por qué se leen las horas? 
    ―Cada segundo es una frase ―respondió el Tiempo―, cada minuto es una página, cada hora es un libro…porque el tiempo, en sí, es una historia. Por eso se leen las horas del reloj, por eso se lee la vida. Vive tu tiempo, escribe tu historia y lee tu vida. ―Se le llenaron los ojos de lágrimas―. Vive ―añadió como si fuese un consejo, pero al mismo tiempo, una disculpa. 
    La Mujer Meteorito agradeció con una sonrisa la respuesta del Tiempo. Y luego dijo: 
    ―De acuerdo. ¿Cuál es tu pregunta? 
    El Tiempo no se tomó su tiempo antes de responder, y con voz de ya conocer la respuesta que recibiría, le preguntó a La Mujer Meteorito: 
    ―¿A dónde vas? 
    ―A destruir la Tierra ―respondió

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