Prólogo

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•𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒐: 𝑺𝒊𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂𝒔


El repiqueteo de la lluvia hacía eco en la calle vacía y estrecha al chocar contra los charcos ya formados. Las pocas farolas que aún alumbraban, creaban sombras en las paredes de ladrillo y en los muros de cemento. Una de las sombras dejaba entrever el movimiento de una capa mientras la otra huía delante de ella, moviéndose con fluidez. Avanzando por la acera hasta casi rozar los edificios viejos y húmedos, una de las figuras se perdió momentáneamente en un callejón, dejando de avanzar y desapareciendo en la oscuridad del callejón. La otra siguió, ondeando su capa que reflejaba la luz naranja de los edificios vecinos, pisándole los talones una vez que volvió a dejarse ver.

El ruido que causaban los zapatos y los pies descalzos al encontrarse con el suelo terminó una vez se detuvieron. Una respiración agitada acompañaba el sonido del fuerte viento y la lluvia. El extraño chico, ya amigo de su sombra, sólo alcanzó a ver el pedazo de tela perteneciente a una capa desaparecer tras las bolsas de basura en aquel callejón. Retrocedió, lentamente, sosteniéndose de la húmeda pared de ladrillo viejo recubierta de musgo amarillento hasta que su espalda se encontró con el fin de aquella calle sin salida.

-¡Eh! ¡Tú! - Gritó él, con un impulso de valentía.- ¡¿Qué quieres?!

El miedo volvió a ser su fiel compañero cuando escuchó telas rozar a su derecha. Miró en esa dirección, viendo nada más que una bolsa de plástico bailando al son del viento. Su respiración agitada empezó a calmarse después de un rato de solo escuchar el temporal, mirando hacia todos los lados y a la salida de la callejuela, se enderezó y, encogido en sí mismo por el frío, caminó cojeando hasta la salida, mirando alternativamente hacia atrás y hacia delante. Ya podía ver la salida del callejón, la carretera vacía y las tiendas cerradas. El rayo de esperanza llegó a cruzar sus ojos, sentía el alivio en sus suspiros. Empezó a acelerar el paso, casi corriendo y pudiendo tocar con los dedos el recuerdo de su sofá.

Hasta que fue lanzado violentamente de nuevo al fondo del callejón, agrietando los ladrillos y haciendo que empiece a sangrar en la parte trasera de la cabeza y algunas zonas en sus brazos. Las heridas sanaron rápidamente, pero el mareo del golpe le dejó aturdido y arrodillado en el hormigón empapado.

Unos pies descalzos, que casi no pudo percibir por la confusión del momento, aparecieron en su campo de visión. La persona frente a él se agachó y posó unos dedos fríos en su mentón. Entonces descubrió que nunca había huido de otro "él".

-Has sido divertido - Dijo ella, con una sonrisa que iluminaba su pálida cara. El pelo le cubría parte de esta última, dejando a la vista solo media sonrisa y un ojo deslumbrante: el iris brillaba en la oscuridad de la noche de un blanco hueso. Casi le hizo creer que estaba loco, si no fuese por su propia naturaleza.- Por un momento casi me pierdes.

Su tono sonó irónico. Él sabía perfectamente que se burlaba de su desgracia, pero no iba a dejar de luchar, él no podía morir por esta ¿humana? Lo que fuese. Él era un vampiro, uno de los más fuertes, pensaba acabar con ella... Entonces, ¿por qué su cuerpo no respondía? ¿Por qué ella se estaba inclinando sobre él? Tenía que hacer algo. ¡No podía acabar así!

-Tranquilo, ya hemos acabado de jugar - Aquella mujer le acarició el pelo con cierto cariño y lo miró a los ojos.

Un dolor agudo le atravesó el centro del pecho. Quiso ver qué pasaba, pero sus ojos estaban fijos en ella, sin posibilidad alguna de moverlos. Algo brillante apareció entre ellos, obligándole a entrecerrar los ojos. Ella se lo llevó a los labios y tragó, cerrando los ojos y emitiendo un gemido de placer.

Fue entonces, instantes antes de perderse a sí mismo, cuando supo que había intentado luchar inútilmente contra una bruja.

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