📝 Un plan infalible

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Sus ojos del color del mar, sus labios de un rosado intenso y su cabello liso peinado hacia atrás llamaban la atención allá por donde Cándido pasaba. Era tan popular en su instituto que apenas tenía un solo momento de respiro. Era su segundo año como delegado de clase y estaba seguro de que, si se lo hubiera propuesto, habría salido elegido años anteriores también. Su don de gentes, así como su popularidad, le permitían relacionarse con la mayoría de los alumnos, ya que casi todos querían obtener su atención de la forma que fuera. Sin embargo, había un chico con el que le costaba relacionarse por los sentimientos que albergaba por él, a pesar de que este no tenía problemas en hablar con Cándido. Por si fuera poco, existía otro problema que le impedía lanzarse: no sabía si también le gustaban los chicos o no. Fuera como fuere, pretendía declararse antes del día de San Valentín. La principal diferencia entre hacerlo antes y ese mismo día radicaba en que muchos ojos estarían puestos sobre él en el segundo caso, mientras que en el primero cabía la posibilidad de que pudiera hacerlo sin público.

Una semana antes de San Valentín, Cándido ideó un plan infalible para quitarse a sus admiradores de encima durante unas horas en el instituto. Además, creó otro para ponerlo en marcha al día siguiente a modo de simulacro. Solo esperaba que todo saliera bien porque de no ser así tendría que resignarse y era algo que no quería hacer. Eso o... «No, de ninguna manera», se dijo a sí mismo cuando le invadió la idea de declararse en público. Dobló el papel con el plan original y lo guardó en un lugar seguro de su habitación. El del simulacro lo escondió en un sitio recóndito de su mochila para poder acceder a él cuando lo necesitara. Después de eso, dejó preparada su ropa para el día siguiente y se fue a dormir.

Despertó con el corazón latiendo desbocado debido a un sueño que había tenido durante la noche. En él, por mucho que lo intentara no conseguía declararse y cada vez que se acercaba a él, peor quedaba. No obstante los sueños solo eran eso y por eso no se daría por vencido sin siquiera intentarlo. Le lavó la cara antes de vestirse a toda prisa con unos pantalones vaqueros, una camiseta clara y una sudadera que solía quitarle el frío en aquella época del año. Desayunó con sus padres sin mencionar palabra antes de salir corriendo hacia el instituto, ansioso por probar su plan. Se detuvo al llegar a la esquina de la plaza donde estaba el edificio para asomarse y ver si estaba todo despejado. Para su mala suerte, algunos de sus admiradores habituales charlaban animadamente en la entrada. Algunos fumaban y otros no. «¿Cómo podría entrar sin ser visto?», reflexionó, sin llegar a ninguna respuesta plausible. Rendido, se puso en marcha cuando divisó a lo lejos a Ben acompañado por otro chico, que supuso que sería amigo suyo por las veces que los había visto juntos. Sonrió sin apenas darse cuenta y continuó, aunque se arrepintió en cuanto el grupo que conversaba en la puerta se acercó a él para llamar su atención.


···


Ben tenía el pelo castaño y unos ojos marrones que hipnotizaban a cualquiera que se atreviera a mirarlos. Por suerte o por desgracia, no acaparaba tanta atención como el delegado de su clase, pero tampoco le importaba porque prefería pasar desapercibido. El único con el que solía relacionarse era Adrián, su mejor amigo de la infancia. Esa mañana, como la gran mayoría, los dos llegaban juntos al instituto cuando escucharon un alboroto cercano. Se intensificó a medida que se acercaban a la esquina del edificio y, antes de girar, vieron lo que ocurría: Cándido estaba rodeado de compañeros de clase que hablaban demasiado alto para su gusto.

—No sé cómo no les llaman la atención o algo —comentó Adrián mientras negaba con la cabeza—. Aunque lo que más me sorprende es que el delegado no les diga nada...

—Quizá sea porque es demasiado bueno. —Ben se encogió de hombros. En ese instante, Cándido le dirigió la mirada con una sonrisa. Ben, sorprendido, desvió la suya hacia el rostro de su amigo—. No se puede negar que tiene carisma ¿eh?

—Tal vez por eso siempre está rodeado de gente que le sigue a todas partes.

Ben asintió y, tras echarle un último vistazo, subió las escaleras junto a su amigo. Meditó sobre lo difícil que tendría que resultarle al chico no poder respirar en paz sin que alguno a su alrededor le ofreciera su aire, y sintió lástima por él.


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Solo tú serás mi ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora