Que no nos vea mi ex.

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La Morita, hermoso lugar. Seguridad, casas amplias y bellas, una comunidad muy tranquila con un parque infantil en muy buen estado.

Giorno se despertó a eso de las 9 de la mañana, el cambio de horario lo tenía un poco despistado, pero nada que no se fuera a acostumbrar. Se dió un baño y procuró peinarse bien, además de vestirse y perfumarse para la ocasión. Decidió utilizar algo de la ropa que compró el día anterior, eligiendo una camisa blanca sencilla, unos pantalones negros y una chaqueta negra de cuero (mientras se viera bien el calor era mental), además de un par de zapatos de vestir marrón oscuro. Con la billetera en el interior de la chaqueta y asegurándose de estar listo, se apresuró a salir de su habitación de aquella casa en la que se estaba quedando (dónde su familia convivía con los dueños de la casa) para irse.

- ¡Giorno! -lo detuvo la voz de su padre, alegre.- ¿Que tal? ¿A dónde tan temprano? ¿No vienes a comer?- comenzó a bombardearlo de preguntas mientras se acercaba a él y lo abrazaba con un brazo sobre los hombros, haciéndolo girar para que mirara hacia el comedor.- Señora Polanco, el es mi hijo, Giorno, no se lo pude presentar ayer.

- ¡Oh, que encanto! Que catire más bello.- la mujer de piel blanca y arrugada miró al joven, sonriendo y apenas viéndose sus ojos tras los lentes.

- ¿Giorno despertó? ¡Oh! Mi amor, ¿No vendrás a comer? La señora Polanco me enseñó a hacer arepas.- La bendita madre de Giorno apareció, sonriente como siempre, yendo hacia él rápidamente sonriendo y con un plato de arepas en mano... Las cuales estaban algo deformes.

- Ah, madre... Buenos días, buenos días papá, ah, y señora Polanco...- el joven apenas procesaba lo qué ocurría con tanta velocidad, suspirando profundo mientras se incorporaba con una sonrisa más serena.- Amaría desayunar aquí, pero tengo algo que hacer y-

- Ay, vale, ¿el catire tiene una cita?- dijo la señora algo risueña.

- Sí...- admitió algo apenado.

- Ja, eres rápido casanova. Anda, ve por ella, luego la traes.- Dijo Dio dando un golpe en la espalda de su hijo para alejarlo.- Vamos, Jojo, yo si me como tus arepas (aunque estén raras y quemadas)- terminó hablando para su esposa, besando su mejilla y guiando esta hacia la mesa.

- ¡Suerte, mi solcito! - se despidió alegre Johana de su hijo.

- Adiós, los veré después.- habló, antes de ir a la puerta principal.


Luego de caminar un largo rato, saludar al portero de la urbanización y encontrar un taxi que se atreviera a llegar a dónde necesitaba ir por fin estuvo caminando hacia el puente donde se encontraba la hermosa joven morena esperando por él.

Giorno sonrió al verla desde donde estaba, observando como ella hablaba con algunos chicos que pasaban por ahí.

- (Desentono aquí)- pensó riéndose para sí mismo.

La muchacha llevaba puesto un gorro morado, una camisa de botones color verde amarrada de las esquinas para quedar como un top que apretaba bastante su (muy difícil de ignorar) gran busto y shorts de jeans que daban una agradable vista a sus muslos, y usaba unas sandalias desgastadas con una que otra joya de fantasía que resistía a caerse. Sus largos cabellos oscuros y ondulados le caían tras la espalda, por encima de los hombros y sobre el pecho como ríos en un manantial.

- Ya saben pues, no se pasen de mamagüebos, a mi catire lo dejan quieto. Es más, ahí viene. Quién se meta con él lo mato a coñazos, y si ven que alguien le quiere hacer daño y no lo defienden, también los escoñaceo. - terminó de hablar la morena, dejando algo intranquilos a los chicos frente a ella, pues aunque la mayoría eran mucho mayores que ella, conocían su mala fama.- ¡Hey, mi catire! -volteó la muchacha hacia Giorno, quien ya subía por el puente.

¡Conquista al catire!•MisGio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora