Capítulo 3

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 Capítulo 3: Cuando el frío viento llega desde el norte (qué voy a hacer)

Tommy sabía una o dos cosas sobre los secretos.

Cuando tenía cinco años fue la primera vez que escuchó la palabra, susurrada de padre a hijo.

"Mantengamos esto en secreto, ¿está bien Wil?" Papá dijo en la tranquilidad gentil de medianoche, ajenos a la presencia de Tommy que se encontraba afuera de la puerta de la biblioteca, pendiente a cada palabra. Incluso en ese momento, Tommy debió haber sabido que Wilbur era especial, si Papá estaba hablando con él de esa forma: no como si fuera un niño fastidioso, sino como si fueran iguales, soportando las mismas cargas y cicatrices de guerra.

"¿Pero qué pasa si nunca se van?" Wilbur susurró como respuesta. Tommy jamás había escuchado a su hermano mayor tan atemorizado.

Tommy se retiró antes de que pudiera escuchar el resto de la conversación que obviamente él no debía escuchar. Mirando hacia atrás, quizás una parte de él quería preservar su imagen de oro de su hermano mayor —como un fósil cristalizado en ámbar. Porque los hermanos mayores nunca se asustan. Los hermanos mayores jamás palidecen. Los hermanos mayores jamás se acobardan. Los hermanos mayores son inmortales. Se aferraría a esa creencia hasta que fuera demasiado tarde.

Tenía seis años cuando adquirió un secreto para guardar él mismo, y realmente entendió su peso.

Un año después, su hermano fue coronado.

Tommy estaba parado orgullosamente en la multitud mientras Wilbur se arrodillaba en frente de un hombre con vestiduras blancas. La luz del sol de las ventanas caía sobre las gemas de la corona sostenida sobre la cabeza de Wilbur —una corona que alguna vez fue de su padre, pero ya no más. Wilbur recitó juramentos de protección y generosidad, bondad y rectitud, verdadera justicia y lealtad inquebrantable al reino, y el hombre de la túnica blanca lo proclamó Rey Wilbur, Protector del Pueblo, Gobernante del Reino. Que reine por mucho tiempo. Tommy era quien había aclamado más fuerte, suficiente para sacudir las vigas de arriba, y cuando Wilbur sonrió, sabía que había sido solo para él.

Dos años después, en la cúspide de su décimo cumpleaños, Tommy le preguntó a Technoblade la misma pregunta que le había estado haciendo desde que se conocieron. ¿Me entrenarías? Esta vez, Technoblade dijo sí.

El tiempo se desplegó como un pergamino desatado, rodando y perdiéndose en la distancia sin que Tommy lo notara. Crecieron juntos, él y su hermano rey. Más altos y anchos, más fuertes e inteligentes —más Wilbur para lo último, si Tommy era honesto—. Los deberes de Wilbur lo separaban de Tommy la mayoría del tiempo, pero eso estaba bien, porque Tommy tenía a Techno. Entrenaban y hablaban hasta que Techno era inevitablemente llamado de vuelta al lado del rey, pero para entonces Tommy estaba calmado. Los días en los que estaba solo eran los peores, pero principalmente indistinguibles en su silencio monótono.

Un día de esos, se encontró a sí mismo vagando sin rumbo a través del castillo. A medio camino de un pasillo vagamente familiar, escuchó algo que había sido extrañado demasiado desde la muerte de su madre. Música.

Siguió el sonido hasta una puerta ligeramente entrecerrada. Tommy contuvo su aliento mientras observaba a través de la abertura y después perdió el aire por completo cuando descubrió la fuente de la melancólica melodía: Wilbur, cansancio grabado en la curvatura de sus hombros y en la piel bajo sus ojos, rasgueando su guitarra, maldiciendo cuando fallaba una o dos notas, pero aún así continuando, aún así tocando, aún así siguiendo adelante. Y con él estaba Technoblade con un violín de dulce sonido, sus cicatrizadas manos moviéndose gentilmente sobre las cuerdas, su brazo sobre el arco moviéndose con fluidez a través del aire. Ambos tenían sus ojos cerrados, completamente inmersos en su propia música y Tommy sabía —en el fondo de su interior— que este era un mundo al que nunca podría pertenecer. Por eso cerró la puerta y se retiró a su silencio.

Passerine - traducción al españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora