Cap. 1

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Esta historia empezó el día anterior al que entre en mi nueva universidad. Fui a esa universidad por la misma razón que mucha gente economía y educación.

Realmente no teníamos faltas de dinero y no nos costaba llegar a fin de mes, en absoluto, de hecho podíamos permitirnos caprichos siempre que queríamos.

—¡Tania! ¿Me estas escuchando?

Oh, ahí estaba mi padre de nuevo. Bonita regañina me estaba echando, realmente ya me estaba acostumbrado a todos sus gritos.

—Hija, siempre estás igual, nunca me haces caso.

—Papa, ya me lo has repetido 40 veces...

—¡Si lo repito tantas veces será por algo!

Y así nos pasamos bastante tiempo, la verdad. Hasta que al final dije:

—Papa, voy a preparar las cosas para mañana que al final no me va a dar tiempo.

Y así me fui a mi habitación sin ninguna queja ni reproche. Me apetecía bastante poco ponerme a recoger cosas y meterlas en la mochila para ir a clases al día siguiente, pero es lo que me tocaba.

Empezé a revisar libros, cuadernos, mochilas, estuches... Realmente, no sabía que estaba buscando pero me entretenía y algo era algo.

Cuando ya había terminado una ráfaga de ideas me cruzo por la mente y empezé a bajar las escaleras de mi casa para llegar a la cocina.

Empecé a sacar cosas, harina, azúcar, chocolate, levadura, aceite... Quería cocinar. Lo que fuera.

Después de un rato, ya había preparado bastante comida y... Solo se me ocurrió llamar a Gina, mi hermana. Realmente no era mi hermana pero era como una hermana para mi.

Volviendo a la realidad, la llamé y le dije que viniera a verse alguna película conmigo y la gran compañía de la comida.

Cuando esperaba a que llegara lo que hice fue simple, ir al baño y esperar delante de la puerta sentada en una silla.

Obviamente ella llegó al cabo de cinco minutos — como siempre que había comida de por medio — y cuando me encontró sentada delante de la puerta dio un respingo.

Después de eso fuimos a la sala de estar y nos sentamos cada una en su sofá — sí, nos habíamos adueñado de los sofás — y empezamos a comer mientras veíamos la película.

—Oye, ¿Te estás enterando de algo?

—¿Sincera?

—Sí, porfavor.

—Pues la verdad... No me he enterado ni de la mitad de la película... Je, je, je...

—Pues... Yo tampoco me he enterado de nada... ¿Salimos un rato a ver que vemos en la calle? Digo, a ver si hay algo interesante.

—Vale. Me parece bien. — le sonreí dando a entender que realmente me parecía bien — Dame unos minutos para parecer una persona normal y salgo.

Y... pensaba que seria media hora, de verdad. Siempre había tardado demasiado en prepararme... pero esa vez únicamente fueron diez minutos para no parecer un mapache drogado, y tener un poco de autoestima al salir a la calle.

Nada más salir de casa pasaron algunas cosas que no me esperaba que pasaran en mi vida, por lo menos delante de mis narices...

‌En el portal nos encontramos a un chico de unos veinte o veinticinco años, que nos saludo.


‌Gina tropezó con sus tacones y cayó contra el torso del chico.


Una sola frase Donde viven las historias. Descúbrelo ahora