Cap. 3

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Un tiempo después vi como salían los dos hombres de los aseos. Me escondí tras la barra y espere a que se fueran, cosa que no tardaron en hacer. Cuando los perdí de vista, corrí hacia los aseos y busqué a Emily con la mirada.

Estaba en una esquina, adormilada. La levanté y la lleve fuera. La escondí tras la barra junto a mi. ¿Como había pasado eso? ¿Porque narices se llevaron a Emily?

Después de pensar me di cuenta de que si nos quedábamos allí sería muy posible que nos descubrieran. Nos dirigimos a la cocina y tuve una idea que me pareció brillante.

Nos metimos en la bodega y busqué algún agujero donde poder escondernos y... Había uno en una esquina. Metí a Emily allá y luego la seguí. Era una especie de pasillo estrecho y... Magia. Tenía una ventana.

En cuanto la vi, avance hacia ella con agilidad y trate de abrirla. Estaba abierta. Hoy estaba teniendo mucha suerte, ¿No? Demasiada en mi opinión.

Empuje a Emily fuera y luego salte yo. Recosté a Emily contra la pared para que pudiera descansar bien y no despertar con dolor de cuello o espalda. Trate de trazar un plan pero el alcohol seguía en mi organismo y me estaba dificultando el proceso.

Intente levantarla de nuevo pero no pude. ¿Como podía haberla levantado antes y no poder con ella en ese momento?  Estaba cansada. Muy cansada. Y tenía sueño. Pero no podía dormirme. Si me dormía estaríamos en peligro y no podíamos volver a estar en esas condiciones.

Me levanté y la escondí bajo una manta para que estuviera a salvo.  Y corrí. Corrí hacia la calle principal para ver si había alguien a quien pedir ayuda. En las calles había varios hombres trajeados que portaban una expresión mortalmente seria.

Me di la vuelta y corrí hacia el otro lado del callejón. Allí si había gente. Me acerqué a una señora que tenía alrededor de unos sesenta años y le pedí que me prestara su teléfono un momento para hacer una llamada, que se lo devolvería en cuanto terminará la llamada.

Y marque el número de uno de los contactos de Fred, mi papá.

—¿Quién es? — su voz era cansada, pareciá haber vuelto de trabajar durante horas.

—Hola Will. Tengo un código 223. Te espero en la parte trasera de Times out con Emily. — dije en un tono autoritario.

—Sí. Voy.

Un par de minutos después me encontraba cargando con Emily hasta el coche. No pesaba mucho pero pesaba. Una vez sentada en el asiento trasero me subí en el del copiloto. Will era un hombre de unos 47 años. Tenía una ligera barba adornando su rostro y portaba un aire serio.

Le indique el camino hasta casa de Emily y en cuanto la deje en su casa y subí al coche, las preguntas no pararon de salir de la boca de Will, como me esperaba.

—¿Que ha pasado? ¿Has visto quién ha sido? ¿Le ha dado a alguien la bala? ¿Estas herida?

—No he visto quién ha sido y no le ha dado a nadie la bala. Estoy perfectamente, gracias por preguntar. La entrada estaba repleta de guardias.

—¿Piensas que pudo haber sido Beak? — preguntó encarnando una ceja.

—Podría ser...

Y así me pase todo el trayecto con dudas flotando a mi alrededor, en silencio. Pero no era un silencio incómodo, a Will le pasaba lo mismo que a mí. Le consumían las dudas.

Consumimos el camino hasta mi casa en silencio. Para cuando habíamos llegado ya estaban mis padres. Me miraban con preocupación, tenían miedo de que me hubiera pasado algo.

Una sola frase Donde viven las historias. Descúbrelo ahora