Capítulo 4

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Stefano

Al llegar a los establos a cumplir con mis tareas no pude evitar rodar los ojos
Odiaba socializar, no me gustaba conocer gente nueva, mucho menos mujeres. La única persona que soportaba era Luciano, mi mejor amigo, todos los días nos encontrábamos a mitad de camino hacia los establos.

Al llegar, como de costumbre, un ejército de muchachas de nuestra edad esperaba con sus paraguas de encaje en busca de observar a todos los chicos del pueblo, trabajar. Era horrible, estaban siempre observando sin pudor alguno a una distancia prudente de aquellos nobles, aunque pestilentes animales.

En algún momento del día Bianca, la hermana de Luciano iba enfurecida con una escoba a sacarlas de ahí como quien corre a escobazos a una manada de mapaches, solo que estos con campanares de enaguas. La única diferencia fue que hoy se quedó hablando con una chica que no reconocí, tenía una falda simple de trabajo, un corsé y un delantal. El cabello negro atado en un moño oculto bajo un pañuelo blanco.
Un chispazo de curiosidad despertó en mí, pero lo descarte en cuanto comenzaron a alejarse hacía el pueblo y yo retomaba mis tareas

- ¿Qué te pasa zanahoria? ¿Viste algo interesante como a mi hermana ahuyentar mujeres como si fueran gallinas?

Luciano tenía la costumbre de llamarme así por mi pelo pelirrojo, cosa que aborrezco.

- Nada querido maíz, miro como tu hermana parece aborrecer a la población femenina del pueblo.

Yo le devolvía el favor insultando su cabello rubio, aunque no era nada parecido a mi apodo. Pues cuidaba muy bien de su cabello con ayuda de su hermana. Cosa que yo no necesitaba hacer, mi pelo siempre estaba impecable, aunque siempre despeinado, no me molestaba ni en intentarlo

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