Capítulo I

84 8 10
                                    

A la tía Martha nunca le simpatizaron los extranjeros, no tenía una razón aparente, sólo que siempre se había mostrado disconforme al respecto de convivir con ellos, incluso cuando el tío Charles todavía vivía con ellos… Y eso empeoró luego de esa primavera, aquella en la que los alemanes entraron en Francia, cuando ni siquiera habían florecido en él aquellos tiernos quince años que parecieron ser pronto los años que marcarían todo el cambio completo de su entorno.
Con cada día que pasaba desde ese lejano Mayo, a veces se preguntaba cómo es que las cosas habían cambiado tanto tan rápido y tan pronto, cómo el miedo los convirtió en lo que ahora eran él y su tía, cómo la configuración que solían tener del mundo era de todo menos algo de lo cual sentirse orgullosos, viéndose todo desde un panorama tan sombrío... Parecía una mentira la idea de que hace tan sólo tres o cuatro años fácilmente podía andar en bicicleta a través del pueblo, pasar la fuente e ir al mercado sin temor alguno acerca de si algo malo podría sucederle en el camino. Antes solía hacerlo con la compañía del tío Charles, con quien solía pescar en verano, sin necesidad de preocuparse de lo que fuera a salir en la radio a altas horas de la noche. Solía ser eso, estudiar, ser un buen chico para no causarle problemas a ninguno de los dos... No obstante, todo progresivamente comenzó a irse a la basura después de 1939, cuando su tía comenzó a adoptar comportamientos mucho más obsesivos y nerviosos y el tío Charles empacó sus cosas y se marchó. dejándolos completamente solos, centrando toda la atención de la castaña en el correo que recibía, o bien, en lo que algunos vecinos del pueblo le decían por medio de frases de poemas que nunca llegaba a entender, además de papeles, detalles que se volvían cada vez más sutiles y menos imprudentes, negando y emitiendo sonidos de preocupación cada vez que en la radio hablaban de cómo derribaron a un avión francés.
Nunca antes la había visto así, ni siquiera en lo más profundo de su infantil memoria se le cruzó por la cabeza la idea de que su tía se volvería en una persona tan triste y deprimente, haciéndole pensar en que debía mantenerse más al margen, pese a tener casi 17 años, incluso si era llamado repetidas veces por su tía como un “mocoso insolente” para apartarlo de sus asuntos. No entendía mucho sobre política aún, mucho menos por la situación que su querida Francia estaba atravesando, o el resto de Europa más bien. Él no era capaz de ver lo importante que era y su mayor tampoco parecía muy dispuesta a hablar al respecto... Al menos no hasta que aquel coronel se presentó en su puerta, una tarde de Noviembre, cuando el frío del sur de Francia se hacía ver y notar en cada simple rendija de las puertas y ventanas. Incluso si la nieve congelaba y calaba hasta en los huesos, ni la mejor madera de caoba lo haría sentir tan cálido como aquella vez en que ambos hicieron contacto visual.
Estaba afuera de la casa, talando madera. Sus manos estaban congeladas, eso lo recordaba incluso ahora en su adultez a la perfección. Parecía ser otro de esos días de otoño, el invierno no había llegado aún, pero aún así nevó. Siempre nevaba a finales de noviembre.
Tarareaba una canción mientras talaba, una buena que había escuchado en la radio, antes de que su tía sintonizara la otra emisora, una que no le permitía oír y por su defecto lo enviaba a dormir temprano, como un buen chico. Ella estaba terminantemente ansiosa esa mañana y, por eso mismo, prefirió salir temprano a buscar leña, la que ahora mismo estaba cortando, junto con otras cosas que él consideró “necesarias” para cocinar. Aún así… Por la reacción de la gente, ésta no se veía muy contenta y había visto muchos hombres de uniformes que hace tan sólo un año o algo así se habían hecho presentes, de los cuales todos hablaban mal en susurros. No quería pensar mucho en ello y, sin embargo, curioso fue que, al momento de alzar la mirada, uno de ellos se hallaba presente detrás de la pequeña cerca de piedra que había construido junto a su tío cuando tenía diez años, apilándolas una encima de las otras.

Buenas tardes —dijo con un francés muy torpe el extraño, provocando que él levantara su pequeña boina en señal de saludo, aunque por alguna razón el desconocido le parecía inquietante.

My Beloved Spring [NortNaib Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora