Todo tiene un final feliz ¿Verdad?

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Depende los ojos de quién lo viera, depende de a qué ser le preguntaras.

Para algunos, seres como sirenas, licántropos, demonios, elfos, brujas...son solo cuentos inventados por los más viejos y los padres para asustar a los más jóvenes e infundir mentiras para que le tengas miedo a lo desconocido.

"Ve a explorar, pichoncito" decían...susurraban... "Ve y abandona el nido...".

"Explora el mundo, conócelo y adueñate de él".

"No existen más que nosotros y los animales...".

Pobres ilusos...

¿Acaso no saben que esa misma ignorancia los llevará a la extinción...?

El terco, aunque tuviera la verdad frente a sus ojos, nunca sería capaz de verla.

Mientras que aquellos que han abierto sus ojos y elevado su espíritu, son expulsados de sus aldeas.

Dejados a su suerte bajo la merced de la abrumadora oscuridad que devora sin piedad el más mínimo rayo de luz, que tiñe el firmamento de desesperanza y los corazones de miedo...

La noche...la estación más temida por los humanos, dónde los animales ceden a sus voraces instintos...

—¡Alto, espera!—.

—¿Has oído eso?—.

¿Los susurros de los árboles? Sí.

Ellos murmuran en sus hojas las más antiguas y legendarias anécdotas que el mundo ha visto, la tierra sufrido y las generaciones olvidado...

—¡No! Hablo de la época especial—.

—¿Conoces la época especial?—.

—¡Por supuesto! Es cada vez que los hijos de la luna salen a jugar y divertirse~—.

—¿Y quiénes son sus hijos? Nunca he escuchado de ellos ¿Son peligrosos?—.

—Depende con quién te encuentres jijiji~—.

Muchos humanos confirmarán las leyendas, jurando, incluso, haber presenciado en carne propia esos seres que los más viejos describen.

Demonios que se alimentan de las almas y cuya piel se quema cuando salen a la luz, hombres capaces de transformarse en lobos durante las lunas llenas a los cuáles los antiguos llaman licántropos.

En los días nublados y a las orillas de los mares han visto hermosas mujeres con colas de pescado en vez de piernas cuyo canto es capaz de seducir a los hombres más correctos y hacerlos pecar, a las cuales se les ha llamado sirenas. Y en los grandes campos rodeados de vírgenes bosques se han visto criaturas a las que solo se les puede describir como mitad hombre y mitad caballo, un centauro.

Siempre fue dicho que la ignorancia es un don y una maldición.

Aquel que sabe será perseguido por sus conocimientos, y el que no sepa vivirá en una falsa plenitud.

Se les fue enseñando desde la niñez a no creer en esas criaturas, en esos inofensivos "cuentos". Nunca se les fue enseñando cómo defenderse de ellos.

Excepto las mismas criaturas...

En la naturaleza cada quién conocía su rango, su labor y sus debilidades. Siendo los más peligrosos los demonios por devorar los cuerpos y las almas, y los más débiles las ninfas.

Los brujos y hombres lobos podían pasar desapercibidos en las aldeas humanas y hacer sus vidas con relativa normalidad, los centauros vivían alejados en los bosques o en las montañas, comúnmente en soledad.

¿Las sirenas...? Eran las más cazadas por todas las especies. Con sus lágrimas podían hacer los más curativos elixires, y con las escamas de sus colas podían crear los más letales venenos y atar de por vida dos almas.

Por naturaleza, son las más hermosas y seductoras mujeres, más que las ninfas y las diablesas cuya belleza es envidiada por muchas especies, y su meliflua voz hipnotizaba a cualquier hombre que quisieran. Fueron educadas para huir y mantenerse alejadas de el resto de las especies por su seguridad, sobre todo de los demonios.

Cada una cumplía con esa regla para procurar su vida en un mundo tan hostil, hasta que Samiray conoció a Daerus.

Una cueva en la orilla de un peligroso acantilado junto al mar, ahí se conocieron, ahí sus ojos se cruzaron por primera vez y sus corazones latieron en un incontrolable frenesí que ambos desconocían.

Samiray cantaba a la luna una noche, a orillas de la deshabitada cueva que frecuentaba cada que tenía la oportunidad. Los deberes como princesa le quitaban mucho tiempo, y cantar en aquella solitaria cueva era su forma de escapar de sus deberes. Entonó las más melódicas y suaves canciones de cuna con las que fue criada y los peces rápidamente la acompañaron, nadando a su alrededor en una sincronizada danza que llenó de amor su corazón. Al menos así fue hasta que los peces huyeron despavoridos sin razón y lo pudo escuchar, un quejido de dolor.

Y no cualquier quejido...un quejido demoníaco.

La princesa sintió el miedo por su vida en cada poro de su tersa piel, y su primer instinto fue huir nadando de allí a las profundidades del mar donde ese demonio no pudiera seguirla, pero su corazón no le permitió irse y dejar abandonado a un ser herido que necesitaba su ayuda, independientemente de su naturaleza.

La culpa la carcomió, y sus instintos actuaron por ella. Alejada de cualquier raciocinio, se acercó al demonio herido y vio sus heridas. Profundas garras de lobo habían cortado casi toda la piel de su pecho, solo sangre corriendo de la herida podía ver, y al demonio perdiendo la vida cada segundo que pasaba.

Lloró y lloró sobre la herida del demonio hasta que esta sanó y el demonio cayó en un profundo sueño por el cansancio, Samiray no lo abandonó. Lo cuidó a él y su herida hasta que despertó seis soles después.

Al ver a la dulce y tierna sirenita que con esmero y cariño lo cuidó, en vez de abandonarlo y dejarlo morir, llenó de un raro sentimiento su corazón, uno que no conocía y que fue capaz de apagar sus instintos de devorarla por algo más profundo, una necesidad insaciable que ambos sintieron.

Pero algo sí supieron cuando sus ojos conectaron, serían la perdición de cada uno.

Así comenzó la unión de dos reinos.

Fin

Personajes escogidos: sirena y demonio.

Lugar escogido: una cueva en un acantilado junto al mar.

Un Canto DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora