02: EL PARIA MAYOR

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Carajo, ¿dónde había dejado ahora la cadena? Busca dentro de los cajones, tras la puerta, bajo la alfombra, y en todos los lugares donde, probablemente, se hubiese caído. Jamás se la saca del cuello, como un amuleto de la suerte, acompañado todo el tiempo de la gracia del señor. Había sido un hombre de fé y palabra desde antes de su huida, a veces visitaba la iglesia del pueblo por las noches y, aún sin poder entrar, sentía el poder celestial manejar por su cuerpo.

Hasta que su ira se apodera de él. Dios, ¿por qué me abandonaste, qué he hecho en tu casa para merecer tu furia? Y se persigna, y unos minutos después le habla y pide su redención. El arco trágico de su vida había pasado ya y aún en la soledad de la lejanía, en la cabaña escondida en el bosque, sentía paz al estar acompañado de la biblia de bolsillo y su cruz.

Su cruz, la que sigue buscando por todo el territorio que rodea su cabaña. Nadie ha entrado, nadie pudo habersela sacado de las manos, ¿un animal, acaso? Los animales grandes no pueden meterse a su casa, y los pequeños no tendrían la fuerza para levantar la plata reluciente sobre su pecho. ¡Mierda! La paciencia se le iba acabando poco a poco mientras trataba de recordar dónde se la había sacado, el aire se le escapa de los pulmones y se recuesta en su hamaca.

No puede creer que, como si de una aguja en el pajar se tratase, desapareció. Así sin más, sin rastro de su paradero. Bruno es necio, tal vez, se la pasa aceptando el destino y tratando de alejarse del futuro. Eso... Eso ya no es lo de él. Cada vez que piensa en la familia en la que nació, sucumbe ante él el doloroso malestar casi crónico. Si pudiese, aplastaría cada cabeza bajo ese techo mágico... ¿Cómo pudieron haberlo culpado de la muerte de su padre?

A veces, Bruno se identificaba con Jesús. Pero no quería ser blasfemo, aunque de verdad pareciese verse en el Mesías. Cargando con la cruz, juzgado, abucheado y lastimado. Colgando en su propio destino, aquél que él atrajo, muriendo por y para todos... De manera relativa. Bruno había sido algo así como un cobarde.

Cuando Alma se plantó frente a él luego de la ceremonia de Mirabel, creyó poder ser de ayuda finalmente

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Cuando Alma se plantó frente a él luego de la ceremonia de Mirabel, creyó poder ser de ayuda finalmente. Su madre lo veía con ojos preocupados pero cariñosos, esperando una buena visión -aunque sabía, dentro de ella, que quizá podía ser una mala-. Pero débilmente, no pudo llegar a ver nada. No podía tener una visión, le parecía imposible, aunque intentaste... Como si su don se hubiese esfumado. Siguió cada paso, su madre le veía con preocupación y esperaba que él se calmara pero Bruno azotó la puerta con fuerza y la dejó fuera.

DESDE LOS ADENTROS | BRUMIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora