Capitulo 18

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Antes de iniciar la lectura les recomiendo que escuchen la canción que les dejé por aquí. Es una completa obra de arte que transmite perfectamente los sentimientos de nuestro querido Edward (especialmente los de este capítulo). Pueden escucharla al mismo tiempo que leen o si gustan podrían escucharla antes o después, pero pues es cuestión de gustos.

Ahora sí, los dejo con el capítulo.

☕☕☕

Edward Terfassi

Cuando mis padres me dieron la noticia de que nos iríamos de San Diego sentí que mi mundo se venía abajo (ahí comenzaron los problemas con mis padres).

Cuando empaqué mis maletas sentí la inminente despedida de mi hogar. En el momento de subir al avión un pedazo de mí se quedó al otro lado de la entrada del aeropuerto. Y cuando entré a mi nueva habitación en Florida y desempaqué mis cosas me di cuenta que ya no estaba completo, que mi hogar había quedado atrás, entonces decidí que en cuanto tuviera la oportunidad regresaría al lugar en el que fui feliz.

Fueron meses en los que me sentí incompleto, lo mismo ocurrió al llegar a Italia, pero peor.

Los primeros meses en Roma fueron horribles, meses en los que pasé por una de las etapas más difíciles de mi vida. Hubo días en los que no pude ni levantarme de la cama, en los que no comía y ni siquiera podía pensar con claridad, días en los que únicamente me la pasé fumando.

Mis padres insistieron en que se me pasaría pronto, después de todo si logré superar lo de Florida, ¿por qué no podría hacer lo mismo aquí? pero cuando papá entró molesto a mi habitación y no pudo despertarme se dio cuenta de la gravedad del asunto.

Anemia, ansiedad, una ligera adicción al tabaco y depresión fueron los diagnósticos, ¿la solución? Pastillas, pastillas que después me causarían una sobredosis de la que afortunadamente logré salvarme. Durante este proceso conocí a Vanessa, ella estuvo presente y fue mi principal apoyo, después se unió Marcus y todos los demás fueron llegando. En un momento de crisis llegué a parar al hospital por hacer algo estúpido, pero ellos estuvieron ahí.

Con el paso del tiempo dejé de necesitar tomar antidepresivos porque nuevamente me sentí feliz y pude tener una vida normal. Cuando me sentía mal me bastaba con café para relajarme, la manera en que descubrimos eso fue algo curiosa.

A pesar del apoyo y afecto que recibí de mis amigos, continué sintiendo un vacío en mi pecho, ¿la falta de interés paternal? Eso siempre estuvo ahí y antes de mudarme no me había afectado, en realidad me importaba poco que mis padres prefirieran estar horas en una oficina a pasar tiempo con su único hijo.

Pasó el tiempo y el vacío siguió ahí, me acostumbré tanto a tenerlo que ya casi ni lo notaba.

Fue una tarde en la que, caminando por la ciudad me topé con una cafetería. Mi amor por el café me hizo querer entrar y ordenar mi tipo de café favorito: un americano. No tenía ganas de convivir con tantas personas así que lo pedí para llevar.

Mientras esperaba a que me entregaran el café vi a un par de chicas llegando y sentándose en una de las mesas: una pelirroja y una rubia con el cabello peinado en una coleta baja, algunos mechones caían sobre su rostro. Al inicio solo la vi de perfil, pero en cuanto se giró ligeramente y vi su rostro quedé embobado.

En su momento no me pareció la chica más físicamente hermosa, honestamente había salido con mujeres más atractivas. Pero aquella rubia, con sus mejillas ligeramente rosadas, el sol iluminándole el rostro, con una mirada tímida y un par de ojos que me volvieron loco desde el primer momento.

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