Alhelí

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TAMBIÉN SOÑÉ CONTIGO

La puerta sonó un par de veces. Corrí hacia ella y al abrirla un rostro conocido me saludó. 

   —Estuve arreglando sus cosas y encontré esto —su tono expresaba nervios y ternura—. Llevan tu nombre y yo...juro que no las he abierto. —colocó una pila de cartas en mis manos. 

Se marchó luego de ver el gesto complaciente en mis labios, pude percibir cómo se frotaba los ojos mientras desaparecía. Cerré la puerta y me senté en el sofá. Llena de curiosidad empecé a examinar la primera, una extraña caligrafía me cautivó; la fecha evidenciaba los años que pasaron, en una esquina llevaba un nombre, el remitente: Nicolás. Giré el sobre y en el centro encontré el mío: Ana Cristina, mis mejillas se enrojecieron sin permiso.

Con la emoción de una niña rasgué el papel para ver su contenido. La letra causaba dificultad a mi lectura aunque quedé pasmada ante la ortografía y la singular forma que adoptaban las tildes. 

«Hoy te mudaste junto a mi casa, al verte sentí que algo raro sucedió en mi pecho, cuando fui con mamá a darles la bienvenida ni siquiera pude hablar, me temblaban las manos y las rodillas. No sé que me pasó, pero mamá dice que escriba cada vez que no le encuentre explicación a algo, quizá sea porque es maestra de Literatura...»

Líneas abajo decía: «A propósito, soy Nicolás, tu nuevo vecino»

Una lágrima se resbaló y aunque traté de atraparla, cayó en el papel, difuminando aquel nombre de niño cohibido. Al instante tomé otro sobre y tuvo la misma suerte que el anterior. 

«Cumplí 8 hoy, has venido a mi fiesta. Me he enterado que tenemos la misma edad. Por cierto, tu vestido de rosas es hermoso. Mamá insistió en que debía bailar contigo, pero me he negado porque creo que no sé cómo hacerlo...

...Nuevamente, Nicolás.»

Abrí la tercera y luego la cuarta. 

«Se me hace tan fácil escribirte, desearía que fuera así de fácil hablarte. Tienes muchas amigas en la escuela, te he visto un par de veces en el receso. Confieso que aún siento eso extraño en el pecho con cuando te veo, no creo que lo entiendas...

...Felices 10, Ana Cristina»

Mis ojos se volvieron un par de lagunas, la nostalgia se apoderó de mi. Volví a sentirme esa niña,  a quien describían entre letras. Tomé una más, al parecer estaban ordenadas según la cronología, el tiempo se ceñía en el torso del papel.

«Esta Navidad fue distinta, estuve lejos de casa. Mi abuela enfermó y viajé con mamá a cuidarla. Le he leído todos los días, se ha aprovechado porque dice que ya soy todo un jovencito y que leo muy bien. No me ha creído cuando le dije que solo tengo 11. Quizá no vuelva hasta que acabe el verano, me gusta estar con ella...

...¿Cómo van las cosas por allá? ¿Volviste a ponerte ese suéter rojo, el mismo del año pasado? Hasta luego, vecina. »

Recosté mi espalda en el mueble, aún tenía la carta entre mis manos. Intenté recordar qué ropa me puse aquella Navidad. Sí, fue el mismo suéter, era mi favorito. Al abrir la siguiente, note unos pequeños charcos peculiares que hacían que el color del papel cambiara.

«Desearía poder contarte todo lo que escribiré, quisiera hacer más que solo responderte entre sonrisas o saludarte a lo lejos. Necesitaré tu consuelo cuándo te enteres que mi abuela se ha ido, sí, ella me ha dejado. Estoy llorando mientras escribo esto, perdón por las manchas...

...Nicolás»

El otro sobre que tomé traía la fecha repasada un par de veces. 

«A veces pienso que quizá hacer esto ya no tiene sentido, tengo muchas cartas y nunca me atrevo a entregarlas. Pero, todo ha cambiado hoy. Estudiamos juntos, Ana Cristina. Con suerte y seremos amigos de la secundaria y con un poco más de suerte...no lo sé, creo que empiezo a entender lo que me sucedía cuando era niño...

Lo Que Las Flores No Cuentan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora