MADRID
Volvamos a Madrid —susurré levantando la mirada.
Volvamos a Madrid —repetí con extraña certeza, mientras mis pasos nos unían.
Volvamos a Madrid —expresé por tercera vez acariciando su mejilla, analizando su rostro sin emociones— Volvamos a Madrid —supliqué— Volvamos a ese lugar dónde fuimos tan felices, tan libres, tan tu y yo...Por favor, no te marches.
Anhelaba ver en el filo de sus ojos al menos una lágrima, una gota de sentimientos que resuma el sufrimiento que yo sentía. Pero la frialdad y rigidez de su torso distorsionaban mi realidad. Y aunque algo dentro de mi me obligaba a callar, las palabras brotaban de mis labios como los cerezos en abril.
—Volvamos por favor, volvamos a soñar juntos...volvamos a compartir un "para siempre", no quiero que todo acabe aquí, yo no olvido el amor encerrado en un cajón, yo...no puedo. —la laguna formada en mis mejilla entorpecía mis lamentos— ¿Recuerdas aquella noche cuando nos conocimos? —me atreví a preguntar— Me dijiste: "quiero ver esa sonrisa y este brillo en tus ojos, todos los días de mi vida" Yo te respondí: "No puedes amar a alguien en tan poco tiempo, son tonterías" Sin darme tregua continuaste: "¿Quién dijo que recién nos conocemos? Yo te he visto antes, un par de vidas atrás...solo que, si tu lo recordaras, la magia no sería tan sorprendente" Es tan irónico, pues ahora acabas con mi sonrisa, opacas el brillo y me destruyes.
Entonces siento que soy egoísta, que definitivamente no es culpa suya y que no lo puede evitar, pues sus maletas ya estaban hechas desde antes de conocernos, guardadas en el sótano de su casa. Escurro mis lágrimas, pero me siento tan débil que caigo a sus pies, lanzando un grito mortal y el eco me ensordece. Solté en intensidad infinita lo que antes susurraba, volvamos a Madrid.
—Si fuimos tan felices, ¿por qué ahora estoy fundida en llanto? —pienso un segundo— ¿Realmente lo fuimos? ¿Los dos?
Una mano en mi hombro hace que vuelva en mí, suelto un suspiro porque aún guardo una esperanza.
—Señorita, —repite con cordialidad una voz masculina— los servicios funerarios han concluido.
Hago oídos sordos al lo que acaba de decir porque sé que vendrá después.
—Señorita, es hora de cerrar el cajón. —insiste y yo me aferro con uñas y dientes a ese objeto que están apunto de llevar.
—Señorita, —vuelve a decir, con intensiones de que esta sea la última— La familia del joven ordena que se retire, no me obligue a usar la fuerza.
Justo eso es lo que necesito —pasa por mi cabeza— fuerza, fuerza es lo que me hace falta para superar algo que no imaginé pasar. Entonces vuelvo a recordar sus palabras: "podría ser un enfermo mortal y estos pueden ser mis últimos días de vida" Me despierta mi risa frente a tu seriedad. ¿Decías mentiras?
Dejo el ramo de crisantemos, sus flores favoritas, en el féretro. Inhalo con dificultad y camino a la salida, sin despegar la mirada del frente. La gente me mira con disimulo, siento sus ojos juzgadores plantados en mí, pero ya nada importa.
A todo esto, volveré a Madrid.
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Lo Que Las Flores No Cuentan
Teen FictionNo importa dónde ocurran las historias o de qué tratan, pero quizá una flor estuvo presente. En este libro encontrarás distintos relatos cortos, tratando de descifrar LO QUE LAS FLORES NO CUENTAN. NO SE ACEPTAN COPIAS NI ADAPTACIONES. HISTORIAS T...