1. Testimonio celda 2001

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Luces aturdiendo dentro del bar, estaba en su apogeo de media noche, con la música que te atraviesa dejándote vibrando y con aquella diosa griega llamada Jenifer en medio de la pista.
¡Ah, qué gloriosos recuerdos de juventud me traía a la mente verla! Pareciera que no hubiera cambiado nada desde que teníamos veinticinco, su belleza me transportaba a mis mejores años, aquellos donde me podía medir con ella en atractivo, pero el amargo sabor de la cerveza me jalaba a la realidad a cada sorbo. Me habían despedido del trabajo, al parecer no está en las reglas decirle al jefe de caja que es un "hijo de perra", y la renta de mi pequeño departamento en el Pedregal había vencido hace tres meses. Probablemente soy más buscado por la policía que cualquier asaltante o asesino. A eso de las tres de la mañana, me animé a acercarme a bailar con aquella hermosa chica. Apenas la saludé, logramos recobrar la conexión cuasi intrínseca desde que nos conocimos, ella sin decir una sola palabra me hacía sentir increíble. Si existiera un dios, le hubiera dado gracias por aquellas horas donde mi única tarea era comparar desde que ángulos los ojos de esa chica me gustaban más.
Decidimos ir a un lugar donde pudiéramos descansar después de aquella velada, así que nos subimos al carro, yo iba a conducir a pesar de estar ebrio, la verdad poca cosa me importaba en lo más mínimo a comparación de ver a Jenifer en el asiento de alado. Conducimos por el periférico, o al menos me parecía a mí el periférico, hasta llegado un punto donde el paisaje comenzó a verse boscoso y la carretera se convirtió en barro.
A la cercanía oí una sirena... las luces delataron que había una patrulla justo detrás de mi carro, así que decidí frenar, como un buen ciudadano lo haría, para darle a esos bastardos quinientos pesos para que dejaran de molestar. Al frenar ambos carros, el oficial se postró ante mi por la ventana y lentamente se agachó, encendió una linterna para ver el interior del auto, casi tan rápido como encendió la linterna, se le escapó el vómito y me cayó en la cara. Rápidamente su compañero llegó para mover al otro y verificar lo que pasaba. Entonces, me apuntó con el arma mientras me gritaba:

-¡SALGA DEL AUTO!

Poco recuerdo de lo que pasó hasta que desperté en esta celda.
Esta es mi declaración de los hechos por consumo de alcohol y ayanamiento dentro del cementerio.














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