Reki no quería volver, tener que ver a Langa en esos momentos era doloroso, caminó unos minutos entremedio de la gente, sin rumbo exacto. Llegó hasta la entrada del templo y se sentó al lado de una enorme estatua de Shisa que había en el lugar.
- ¿Reki? ¿Eres tú?
El joven alzó su mirada y se encontró un rostro familiar, el subordinado del político Shindo, Tadashi Kikuchi.
- Hola Tadashi... feliz año.
- Feliz año para ti también, el señor Ainosuke vino para reunirse con ustedes, pero se entretuvo viendo los amuletos.
- ¿Qué tienen de entretenido los amuletos? Son aburridos... que extraño es Adam.
- Por favor, no seas tan malo con el señor Ainosuke, su infancia no fue igual a la tuya, por eso siempre le sorprende todo, es como un niño... Reki ¿Estás bien?
- Si ¿Por qué preguntas?
- Porque estás llorando...
Reki tocó su mejilla y se sorprendió al notar las lágrimas que caían sin cesar de sus ojos.
- ¿Eh? Qué extraño... - dijo mientras las limpiaba.
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Tadashi lo miró con empatía, se sentó a su lado y le entregó un pañuelo.
- No somos tan cercanos y nos conocemos hace poco pero de igual manera, puedes contar conmigo y si necesitas un amigo para desahogarse, pues aquí me tienes.
- Gracias Tadashi, pero es algo complejo y no creo que me entiendas... son problemas de un corazón adolescente.
- Te sorprendería saber que también sufro por amor.
- ¿En serio? Un tipo como tú sufriendo por amor, entonces que queda para mi.
- Tengo un amor no correspondido, esa persona me ve como su perro, como un simple sirviente, pero para mi esa persona lo es todo, es tan genial, todo lo que hace es grandioso ante mis ojos.
- ¡Wow! Tus ojos brillan cuando hablas de esa persona, me siento un poco identificado con tus palabras, cuando veo a esa persona, también encuentro genial todo lo que hace, me gusta estar a su lado, compartir mis momentos y pasatiempos, estar siempre juntos incluso si no estamos haciendo nada, sentir su olor... su calor... su voz... y ahora ya no podré tener nada de eso.
