Capítulo V - Y la primavera acaba

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Fueron días de lo mismo. Nadie se acercaba, nadie le hablaba. Las únicas palabras que escuchaba eran ocasionales órdenes de la sirvienta, quien seguía empeñada en vestirla y peinarla; se pregunta si así sucede la vida en ese lugar, o si en algún momento dejará de ser de esa forma. No hay manera de que esté conforme con tal situación.

Recostada en la cama ve hacia el techo de ésta, si bien puede quedarse horas acostada sin hacer nada más que mirar a la nada, ha hecho mucho eso para tener preferencia sobre qué ver; prefiere estar observando algo lejano y en ese momento el techo de la cama no está lo suficientemente lejos, así se siente como estar en un espacio más pequeño. Con el tiempo llegó a cambiar de opinión, antes le gustaban los espacios más pequeños para estar, pero ahora la forma en que se siente le hace desear más y sobre todo, los espacios grandes y abiertos.

Esto tiene que arreglarse.

Gira a un costado para ver en dirección a las ventanas cubiertas con cortinas. Está mejor, ya no se siente tan mal.

Cuando comienza a dormirse espera que al despertar esté en un lugar diferente.

♦ ... ♦

Entonces llegó un día diferente. Después de la merienda a la que nunca iba, –la primera vez alegó cansancio y nada más se dijo para que asistiera las siguientes veces-, la puerta de la habitación se abrió. Esperaba a la sirvienta, mas no a quien estaba ahí ahora. Cuando quiso decir algo se detuvo, estaba sola, en la habitación con él. Esperó hasta que se puso de pie a un lado de la cama, él permaneció no más allá de dos pasos de la puerta cerrada, no había ningún obstáculo entre ellos.

—La persona que te atiende es tu sirvienta personal, pídele lo que quieras. Debes ir al comedor a desayunar y cenar al menos. No puedes abrir las cortinas de tu habitación. Nunca irás afuera sola.

Kahler hizo una pausa para mirarla directo. A ella siempre le ha sido incómodo sostener una mirada. Le dio curiosidad que el cuerpo de él estaba un poco tenso; apenas notó el movimiento del pie, indicando que quería avanzar –hacia ella de seguro-, pero volvió a su lugar de inmediato.

—Ahora perteneces aquí. Lo que consumes no siempre será suficiente. Cuando no toleres la sed, debes venir a mi habitación.

Él dio media vuelta y se marchó. Lo que dijo no lo enunció como un aviso, sino como un hecho, remarcó la verdad.

Entonces ella pensó que, en cuanto él vino a su habitación, por alguna razón éste quiso acercarse, sin embargo, se contuvo. Eso le parecieron sus acciones abortadas, lo entendió así por un instinto o el anuncio de una voz dentro de sí.

En definitivo, inusual, sobre todo porque tal impresión duró menos de un segundo, por lo que fue como si no hubiera sucedido.

♦ ... ♦

No sabía cuál era el tono en el que Kahler hablaba, ella podía definirlo como con un grado de profundidad, un poco grave, con una medida suave, sin bajos ni altos, pero sobre todo con tranquilidad, naturalidad, fuerza y un algo irrevocable. Sí, nada de eso tenía sentido para ella, mas no podía describirlo mejor. Lo que era más definido es que le parecía interesante cada vez que lo oía, como en ese momento cuando dijo 'adelante'.

A ella no le tomó mucho tiempo sentirse débil. No podía imaginar qué le daría él para que dejara de sentir la garganta seca, o que podría morir en cualquier instante por ese algo que se percibía agitado e indómito. Sin embargo, ahí estaba, a pesar de la desconfianza y de que durante días se dijo que podía aplazarlo. Después de todo era su culpa –o tal vez no del todo en el caso de él- y de los demás por empeñarse en permanecer a su alrededor, el que esté en su situación actual. Llevó sus manos a su cabeza apretando como si pudiera contener sus pensamientos y una desesperación que bajaba por su cuerpo, ellos tenían la culpa de la perturbación de su sistema.

Eternidad, Invierno PermanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora