Un comportamiento extraño.

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–Sí, estaba, estoy y estaré muy enamorado, no puedo más con todo esto.– 

 Domingo, 17 de marzo. Me desperté como cualquier otro día, cansado, parecía un zombi. Me decidí levantar después de pelear por dormir cinco minutos más. Lo primero que hice fué mirar mi teléfono.

Tenía un mensaje de mi madre de hace más o menos veinticinco minutos.

–Thomas Davies, no me hagas ir a levantarte, arriba ya.–

Ese mensaje no era para nada raro en mí, todo el chat con mi madre estaba repleto de mensajes para que me levante, digamos que no hablo mucho con mi madre por WhatsApp.

Una vez levantado, por fin, me hice mi desayuno, estaba entusiasmado, no sé porqué, pero sí, esta vez me hice unas tostadas, algo que nunca hago, siempre me las hace mi madre, pero, no sé, tenía ganas de hacerme unas tostadas, con aceite y sal, por cierto, muy buenas.

Yo me encontraba en el salón, con el teléfono y viendo las noticias en la televisión, no me importan mucho las noticias de deportes, pero a mi padre le gustan, así que las tengo que ver todos los días. De reojo miré a mis padres, estaban hablando algo bajo, eso es algo que pocas veces veo, y cuando lo veo es porque algo feo se viene encima. No le dí mucha importancia y seguí jugando con el teléfono.

?

Miré el móvil, indicaba que eran las siete de la mañana, lunes 25 de marzo.

Tenía un mensaje de mi madre:

– Hola cariño, voy a llegar un poco antes, sobre las siete y cinco de la mañana, en media hora estoy en casa, espero que estés levantado ya y con la mochila hecha.–

Ese mensaje estaba enviado hace veinticinco minutos, y como siempre, me había dormido.

Me vestí rápidamente, ni siquiera noté el frío al desnudarme. Hice mi mochila rápidamente, incluso en lugar de agarrar el libro de Historia adecuado, agarré el de el año pasado, que en mi defensa, son iguales.

Escuché una bocina de coche y sabía que era mi madre, llegaba tarde, como siempre. Salí corriendo, con el almuerzo en la mano.

Mi madre me recogió, y me llevó a la escuela, no sin antes darme la misma charla que lleva dándome desde que tengo siete años, que soy un vago, que tardo mucho, bla bla bla.

Cuando quedaban diez minutos aproximadamente para llegar a la escuela, mi madre me preguntó algo que me pareció extraño, una pregunta que no era muy común en ella.

– Cariño, ¿a tí te gusta este pueblo? Ya sabes, la escuela, la casa, el centro deportivo...–

– Sí, por eso llevamos más de siete años viviendo aquí, ¿no? – Mentía, odiaba el pueblo, estaba a las afueras de Madrid y no había gran cosa que hacer, de hecho, para ir al colegio, teníamos que irnos a otro pueblo cercano, porque en el mío no había ningún colegio de secundaria.

– Está bien.– Después de lo que dijo mi madre, hubo un silencio de unos cinco minutos, con sólo el sonido del viento impactando sobre el coche, escuchaba hasta mi propia respiración, muy digno a ser un silencio incómodo de diez.

– ¿Te gustaba dónde vivíamos antes, en el centro de Madrid?– Dijo mi madre, al instante me giré para verla a los ojos, alcé una ceja y me quedé mirando al suelo.

– No estaba mal, me gustaba, sí. ¿Es que nos vamos a mudar, mamá?

Mi madre me miró durante unos segundos, segundos donde yo me esperaba lo peor, y así fué.

– Recuerda que llevamos viviendo siete años en alquiler, pagando una casa que no es nuestra, pero ese no es el punto, el problema es que nos tenemos que ir de casa, en un par de meses. Nos han dado varios meses de cortesía para buscar otro sitio para vivir.–

Me quedé algo sorprendido, notaba como mi boca se secaba y no podía soltar palabra alguna.

– P-P-Pero, ¿porqué? Si nunca... ¿hemos tenido problemas con ellos?–

– No, cariño. Cuando alquilamos la casa acordamos un contrato durante cinco años, ya se cumplió hace dos, y cuando acabó el contrato lo renovamos durante dos años más, ellos no quieren seguir con el alquiler porque la hija de los inquilinos está embarazada, y se va a venir aquí.–

Yo solo le miré y asentí cabizbajo, ya sabía lo que iba a pasar, colegio nuevo, gente nueva, ninguna amistad nueva, yo siempre he sido un chico tímido, sin amigos, sólo los amigos que tengo en Internet.

Mi madre me dejó en el colegio y antes de irse con el coche me dió varios besos y un abrazo fuerte, que curaba todas las heridas, un abrazo que a día de hoy sigo recordando y me sigue aliviando, nunca había dado un abrazo tan largo y tan significativo en mi vida.

Agarré mi mochila, cerré la puerta del coche y me dirigí hacia la puerta del colegio, confuso por lo de antes, con la cara de dormido de siempre y con las pocas ganas que siempre le traigo al colegio.

AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora