Capítulo 1- Hermandad

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Las azuladas vaharadas de las pipas le parecieron a Orlíms fantasmas

de serpientes. El humo se enroscaba sobre las cabezas de

los elfos que bebían junto a la crepitante chimenea, y el murmullo

alegre de la taberna lo desconcentraba.

―En tiempos antiguos ―dijo Orlíms, y quienes lo rodeaban

abrieron

grandes sus ojos―, Nílindor estaba habitado por diferentes

criaturas

que regían en imperios fortificados. En naciones

inmensas de recónditos parajes. En ciudades encubiertas por sombras

o por nubes. Intentando convivir en días de paz subsistían,

protegiendo sus fronteras: algunos, con poderosos ejércitos armados;

otros, con hechizos. Todo era válido para mantener a raya

el orgullo, la ira, los celos, la venganza y el hambre de poder que

amenazaban con extinguirlos.

―¿Fue lo que le sucedió al señor de los centauros? ―preguntó

Kénzon Inaldín, cruzándose de brazos.

―No interrumpas al elfo, maldito pelirrojo ―gruñó un enano de

barba desprolija, alzando la voz―. Quiero escucharlo terminar una

historia alguna vez.

Orlíms vio que una silueta se desprendía de las penumbras. Era

un hombre, un hombre mortal con la cara repleta de cicatrices.

―Si cierras la boca ―intervino el extraño―, quizás el jovencito

pueda seguir narrando.

―¿Por qué mejor no se van a jugar a otra parte? ―un elfo golpeó

la mesa con su jarro vacío―. Estoy harto de oírlos parlotear.

―Tengo una historia más interesante ―aseguró un goblin de nariz

ganchuda, empujando a Orlíms y tomando su lugar en el centro

de la taberna―. En mis tierras dicen que en las perpetuas torres de

marfil del castillo deambula el fantasma de una mujer.

―Es absurdo ―aseguró Orlíms, arrugando la frente―. No hay

fantasmas en las torres que custodian a Lord Nilrod LeafHeart.

El goblin se mordió los labios:

―He venido al Valle de Mindáwint para comprobar que el reino

más grande del linaje de los elfos de luz está maldito. ¿Han escuchado

hablar de la Piedra Elemental de la Tierra?

―No sabemos nada de esa piedra. ¿Puedo seguir con mi leyenda?

―Orlíms volvió al centro y miró sombrío a sus espectadores. Los

susurros se esparcieron como los pétalos de un diente de león.

Pero el goblin no se callaba:

―Se cree que Nilrod ama la naturaleza al igual que a su gente, y

que su corazón late con el del bosque, pero...

―Mide tus palabras antes de hablar de mi rey, asqueroso goblin

Alma de Héroe y Corazón de Rey I - Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora