Capitulo II: La fuerza: Siempre será necesaria para ganar.

9 2 2
                                    

— ¿Hilos de cobre? — murmuró Tayden—. ¿Cómo lo sabes?

— No se cómo explicarlo— dijo Jeil, mientras se rascaba el espacio entre su nariz y sus labios. Evitó la pregunta.

— Ya veo. No soy el único que tiene secretos— dijo Tayden, manteniendo la mirada en Jeil.

Hable de más, pensó Jeil. ¿Desde cuándo soy tan descuidado?

— No, no eres el único, esas chicas también mienten, ¿Hay alguna razón para hacerlo?

— Tal vez algún día te lo cuente— dijo Tayden, imitando la actitud de Jeil.

En esta academia, parece que todos ocultan sus habilidades. Hay gente con habilidades muy buenas, pensó Jeil. Si me quedo, podré aprender muchas habilidades nuevas.

Cala aún estaba repasando la batalla, y lo que había sucedido.

Elizabeth, enfundo su puño con hilos, haciendo un guante duro y resistente, y apresuró otro golpe en el estomago de Cala.

No tendría otra oportunidad como esta, y estaba decidida a aprovechar esa pequeña ventaja.

Cala se incorporó otra vez en la batalla y esquivó el golpe.

Apuro su mano al cuello de Elizabeth para sujetarla por él, pero Elizabeth ágilmente hizo un flic flac, esquivando el fuerte agarre de Cala, y pateándole el mentón.

Cala se levantó unos centímetros del suelo.

Si esta pelea continua así, me ganara, pensó Cala. No puedo permitirlo.

Y no podía. Seria una vergüenza para la casa Chadburn que la heredera perdiera en un duelo. Seria aun peor la humillación sabiendo que, Elizabeth no forma parte de una de las grandes casas.

Elizabeth le dio un puñetazo, esta vez en el abdomen, cuando quiso darle el siguiente golpe, Cala la agarró de la muñeca con el brazo izquierdo, y le acercó la palma de su mano al pecho. Su palma liberaba un aura anaranjado puro.

— Ahora viene lo bueno— dijo Jeil, con una sonrisa de oreja a oreja.

No era un simple golpe.

De su palma surgieron llamas abrasadoras quemando el pecho de Elizabeth, y parte de su cuerpo. El golpe de la palma, más las llamas hicieron que ella volara por el aire.

Cuando las flamas de fuego entraron en contacto con el pecho de Elizabeth, se tornaron de un color verde aceituna.

El golpe de la palma, más las flamas, la hirieron, o eso esperaba Cala.

Al caer contra el suelo, Elizabeth giro en el suelo y para que se le desprendieran las llamas verdosas que tenía en el pecho.

Como planeo cayeron.

En cuanto Cala la golpeó, Elizabeth hizo un pequeño chaleco de hilos que cubrió su pecho, evitó las flamas, pero no el impacto del golpe, lo que hizo que el aire en sus pulmones fuera expulsado con fuerza abrumadora, lastimando su garganta.

Dio una bocanada desesperada de aire.

Aun agitada, se puso de pie, y echó un escupitajo sanguinolento al suelo.

Lo tenías bien guardado, no planee que puedas hacer eso, pensó.

Cala echó a correr directo hacia Elizabeth.

Un par de golpes más y caería, se rendiría. Cala ganaría.

Elizabeth absorbió una bocanada de aire por su nariz, y atacó, desde el suelo empezaron a brotar hilos, clavándose por todos lados.

El príncipe que nunca será reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora