Escondites

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Para cuando se dio cuenta ya había recorrido dos cuadras enteras, ni siquiera se tomaba la molestia de mirar por ambos lados de las calles antes de cruzar, pues Henry iba acompañado de sus amigos y lo sabía, ya que podía oírlos llamándolo por su nombre desde las ventanillas del coche.

Corría tan rápido cuanto sus piernas se lo permitían y al echar un rápido vistazo, se dio cuenta de que llevaba una distanciada considerable puesto que se habían quedado un par de semáforos atrás, pero la falta de aire comenzó a ser otro problema que le obligó a detenerse sólo un momento para recuperar el aliento. Su garganta le ardía ligeramente, y su pecho le palpitaba con fuerza debido a la adrenalina que recorría por todo su cuerpo como un desgarrador escalofrío. Sin embargo, aún le faltaba mucho para llegar hasta su hogar y poder refugiarse en ella, por lo que optó por adentrarse a algún establecimiento para poder ocultarse y perderlos de vista.

De todas las opciones que estaban a su alcance eligió uno en particular ya que, apesar de no estar tan atestado de gente, al menos tenía la ventaja de poder ocultarse perfectamente detrás de las grandes estanterías el tiempo suficiente. Abrió la puerta de la entrada con cierta rapidez haciendo sonar una pequeña campanilla que estaba situada en la esquina superior de la puerta y se escabulló dentro de dicho lugar.

Notó que se trataba de una tienda de antigüedades. En todos sus años que tenía viviendo en Derry jamás se había detenido a visitar aquel sitio. Paseó lentamente intentando apaciguar sus nervios, deteniéndose un par de veces para observar detalladamente algún objeto que llamara su atención y, ciertamente, habían cosas que le resultaban tan interesantes que deseaba poder tener el dinero suficiente para adquirirlas.

—¿Buscabas algo en especial? —preguntó de repente una voz, rompiendo el silencio.

Bill levantó la mirada rápidamente para encontrarse con el dueño. Calculaba que tal vez tendría unos 40 o 50 años, se hallaba sentado tras el mostrador sosteniendo una revista abierta en alguna página, mientras se acomodaba las gafas con aumento para mirarlo mejor. Antes de responder, alcanzó a leer una parte el pequeño carnet que llevaba puesto sobre su pecho en el que tenía garabateado el nombre: Stephen.

—N-no señor, solo e-estoy v-viendo... —respondió Bill, sintiendo una pizca de culpabilidad por no poder comprar algo, tan siquiera pequeño para justificar su presencia.

—Está bien, solo no toques nada —finalizó el mayor antes de volver a su lectura despreocupadamente.

El tartamudo asintió casi de forma educada, y continuó andando hasta lograr situarse tras uno de los estantes que estaba repleto de libros viejos los cuales expulsaban un aroma bastante agradable. Desde su perspectiva lograba visualizar perfectamente la calle, por lo que permaneció quieto hasta observar como el auto de Henry pasaba de largo la tienda. 

En primera instancia se sintió tentado a salir con la esperanza de no encontrarlos estacionados cerca, pero después de meditarlo prefirió esperar un poco más hasta estar totalmente seguro de abandonar aquel lugar. Por lo tanto, leyó los titulos de cada libro intentando adivinar las tramas y sus finales. Uno capturó su interés así que lo tomó de su lugar para hojearlo, ocasionando que una pequeña nube de polvo saliera flotando.

En la portada tenía a una chica que llevaba puesto un hermoso vestido de fiesta, pero que estaba bañada en sangre de la cabeza hasta los pies, y en su rostro reflejaba una expresión de furia, su título llevaba por nombre "Carrie". Revisó el precio y se desanimó un poco al comprobar que le faltaba poco dinero para poder llevárselo, y definitivamente descartó la idea de regatear por él ya que le incomodaba hacerlo así que lo devolvió en su lugar.

Por un instante, creyó observar de reojo que una sombraba familiar pasaba cerca del ventanal donde estaba, pero no le tomó más importancia.
Finalmente decidió marcharse, probablemente nisiquiera habían notado que él estaba allí, así que no tenía caso quedarse más tiempo. Se encaminó hasta la entrada y justo antes de abrir la puerta, la voz del hombre lo detuvo.

—Elegiste un buen libro, muchacho —dijo el dueño.— Puedes venir por él después, de todos modos no suelo vender muchos libros, aunque me hubiera gustado ser escritor

—G-gracias, señor —dijo Bill dirigiéndole una sonrisa amable antes de salir.

Sintió un gran alivio al no encontrarse con el auto aparcado cerca, tal vez habían dado vuelta en alguna esquina hasta largarse lejos, aunque hubiera preferido verlos chocar en un accidente automovilístico, eso hubiera sido mucho más fácil y satisfactorio de presenciar.

Reanudó su camino de forma calmada, ya con la mente un poco más despejada y bajando la guardia, sin pensar en que al día siguiente le esperaría una buena paliza por escapar de Henry, y no habría lugar u oportunidad como aquella para volver a huir.

Sin tener el tiempo suficiente para reaccionariar a tiempo, sintió que de un fuerte tirón lo arrastraban bruscamente hasta las profundidades de un viejo y sucio callejón sin salida. Intentó liberarse desesperadamente del agarre pero fue lanzado con rudeza contra la pared como respuesta, causando que se dejara caer sobre el suelo debido al aturdimiento. 

—¡P-por favor, n-no me ha-hagas d-daño! —comenzó a suplicar Bill, sin poder controlar su incesante tartamudeo.

La otra persona se inclinó enfrente de Bill y lo acorraló poniendo de forma amenazante ambos brazos a cada lado para evitar que escapase, ocupando así todo el campo de visión del chico.

—¿Quieres callarte sólo un momento? —musitó Henry en un tono irritado

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⏰ Última actualización: Feb 05, 2022 ⏰

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I know, it's only love...(Henry Bowers x Bill Denbrough)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora