Capítulo 2: La roca.

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Al día siguiente.
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- Mmm... - Comencé a murmurar.

Me levanté de mi cama y fui donde estaba Giyû.

- Ohayo, Giyû.

- Ohayo... - Respondió cansado.

- Vístete, Giyû. Tenemos que ir a desayunar y después a entrenar.

- Vale...

Salí de la habitación de Giyû y me dirigí a la cocina.

- Ohayo, abuelito Urokodaki. - Le saludé mientras le daba un abrazo.

- Ohayo, ___. Ten. - Dijo extendiéndome un vaso de té.

- Gracias. - Agradecí dándole un sorbo al té.

- ¿Vienes de la habitación de Giyû? - Preguntó confundido.

- Sip, ¿por qué?

- Pensé que se odiaban.

- ¿QUÉ? Pero si somos como hermanitos. - Dije inflando mis mejillas y con tono cariñoso. Urokodaki soltó una carcajada.

Terminé de desayunar junto con Giyû y decidimos ponernos a entrenar las posturas.

- Giyû, ¿Cuántas posturas dominas?

- Por el momento ocho, me faltan dos más y tendré las posturas dominadas.

Me quedé de piedra. ¿¡CÓMO ERA POSIBLE QUE HUBIERA APRENDIDO A DOMINAR LAS POSTURAS TAN RÁPIDO!?

- ¿Qué pasa? - Preguntó el azabache confundido. - ¿Cuántas posturas dominas?

- Cu-cuatro...

- ¿¡Qué!? - Quedó estático. - ¡___, te enseñaré las 10 posturas!

Reí ante su tono de voz "heroico" y me dio un pequeño golpe chasqueando suavemente su dedo índice contra su pulgar en mi nariz.

Me coloqué en posición principal. Giyû se quedó mirándome unos segundos, y por un momento pensé que lo estaba haciendo bien, pero entonces...

- ¡¡AY!! - Giyû me pegó un puñetazo en el estómago.

- Ponte recta.

- ¿A-así?

- Sí, NO SEPARES TANTO LAS PIERNAS. - Contestó estrictamente.

- Va-vale...

- Y TIENES QUE BLANDIR BIEN LA KATANA.

- Está bien...

- Bien, ___, ya lo tienes. Ahora céntrate en un objeto y golpéalo

Me fijé en una cesta que estaba al lado de Giyû. Blandí el sable que tenía en mis manos tal y cómo me había dicho y corté la cesta en 2.

- ¡¡Bien, lo hice!!

- ¡Muy bien, ___! ¡Ahora sólo te quedan cinco más! - Dijo con entusiasmo

- ¡Pero no me lo recuerdes, que me deprimo..!

- Oh, Perdón, jeje...

Ese día nos quedamos TODO el día entrenando. Lo bueno es que conseguí dominar tres posturas más, y lo malo... ¡Es que tenía tantas agujetas que no podía ni caminar corectamente..! 

Recuerdo que Urokodaki me dio una de sus galletas sana sana y consiguió que me dolieran menos las agujetas, así que después de la merienda volví a ponerme a entrenar, y esta vez entrené la "resistencia". Gracias al duro entrenamiento que preparó Urokodaki soy mucho más rápida ya que puedo estar más atenta a las trampas (de no caer en ninguna) y puedo llevar mejor la respiración.

En otra dimensión... - Giyû Tomioka × LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora