El comedor lucía tétrico sin luz artificial, pero el fuego de las velas era de cierto modo relajante, se podría decir que no odiaba del todo la mala conexión eléctrica de su casa.
—Gracias mamá —agradeció y apartó el plato, dispuesto a levantarse. Una mano lo detuvo a punto de partir.
—Eiji ¿no repetirás? Nunca te he visto comer tan poco —su madre mantenía la misma mirada preocupada desde que lo vio cruzar por la puerta con una postura decaída— ¿todo está bien?
—No es nada, solo no tengo hambre. No te preocupes mamá, debe ser el cansancio —Kirishima intentó mostrar su mejor sonrisa para su progenitora, se dijo así mismo que no tenía el derecho de preocupar a su familia con sus problemas emocionales.
—De acuerdo cariño, pero si necesitas hablar sobre algo sabes que estoy justo aquí para ti ¿está bien?
Las manos de Kirishima temblaron. Seguramente había actuado demasiado transparente, y lo último que quería era que su madre lo interrogara.
—Está bien mamá. Buenas noches. Dile a papá que deje de intentar arreglar la luz, puede empeorarlo.
—No te preocupes, se lo diré. Ve a dormir cariño, no olvides encender las velas.
Kirishima se retiró y subió los escalones que dirigían a su habitación en completa oscuridad, metido en sus pensamientos.
¿Bakugou estaría bien?
El solo recordar la discusión y las lágrimas de su mejor amigo le provocaban picazón en los ojos y un doloroso nudo en la garganta.
Se tiró en su cama sin soportar más la pesadez de su cuerpo y se cubrió los ojos con su brazo.
En estos últimos días en casa había seguido la misma rutina, despertarse por la mañana y preguntarse porque demonios todo era tan difícil, sentirse triste al recordar a Bakugou y terminar agarrando su teléfono para presionar el contacto con su nombre. Quería hablar con él, preguntarle el porque de sus palabras y sus lágrimas, quería ser esa piedra para él, quitarle la idea de que no era apreciado por nadie porque era lo más valioso que tenía Kirishima y daría todo por él.
Pero su dedo siguió congelándose a milímetros del botón de llamar. Simplemente quería verlo a la cara al momento de confesar. ¿Estaba bien querer arreglarlo en persona o solo era una excusa para no aceptar su cobardía?
Fuera lo que fuera, sus sentimientos no podían ser retenidos dentro de su pecho por más tiempo. Esa era la razón por la cual agradecía el corte eléctrico de hoy, porque estaba a dos conexiones neuronales de intentar llamar a Bakugou otra vez e inundar su celular con sus lágrimas.
Hoy era su última noche antes de volver a la escuela. Le quedaban solo unas cuantas horas para poner en orden sus pensamientos y meditar sus palabras, antes de toparse de nuevo con el chico que le quitaba el sueño desde su ingreso a la academia.
Eran tantas las cosas que quería decirle.
Pasó la mayor parte de la noche pensando en él. Sobre como sus manos cubrían su boca disimuladamente cada vez que una pequeña sonrisa amenazaba con mostrarse, el como sus afilados ojos se suavizaban cada vez que leía uno de sus libros favoritos que nunca le mostró, como sin necesidad de palabras demostraba que se sentía orgulloso de él, dándole una palmada en la espalda cada vez que acertaba una respuesta.
Estaba tan perdido por Bakugou, tan enamorado de cada cosa que hacía. Perdió la cuenta de cuantas veces escribió sus nombres juntos en su desgastado cuaderno. De cuantas veces se castigó a si mismo por permitirle a sus ojos vagar por la figura desnuda de su mejor amigo. De como se sintió como un monstruo la primera vez que se tocó pensando en él...
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𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 |Kiribaku/Dekukatsu|
Fanfiction¿𝐻𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑑𝑜́𝑛𝑑𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑙𝑖́𝑚𝑖𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑜́𝑛? ¿𝑃𝑢𝑒𝑑𝑒 ℎ𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑎 𝑎𝑡𝑟𝑎́𝑠 𝑜 𝑦𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜? Bakugou nunca hubiera podido imaginar lo que sucedería cuando fue a e...